17 agosto 2005

Oswaldo Feo Caballero: hijo ilustre de Valencia



Es un caballero en toda la acepción de la palabra este admirable personaje valenciano, Oswaldo Feo Caballero, por su manera de conducirse con distinción, cortesía y dignidad. Su porte con bastón y sombrero es de una fina estampa, cuando se presenta a la Casa Páez, a la Casa de la Estrella o a cualquier evento cívico o cultural que requiera su presencia para apoyar alguna iniciativa en defensa de la ciudad.

Conoce y quiere a Valencia porque nació y ha vivido aquí toda su vida y es de la estirpe de los hombres nobles que mantienen sus principios de rectitud y honorabilidad. El 20 del presente mes cumplirá 85 años bien llevados, lúcidos física y mentalmente, recuerda fechas, nombres y datos importantes de la historia de la ciudad a la que lo unen nueve generaciones de antepasados que tuvieron destacada actuación en la consolidación de la Patria.

Su tatarabuelo, José Ramón Fernández Feo, luchó como Comandante de Artillería en las Guerras de Independencia al lado de Francisco de Miranda. Su otro tatarabuelo, Francisco Antonio Malpica Natera, después de la Batalla de Carabobo, el 30 de junio de 1821, fue designado por el Libertador, Alcalde del Ayuntamiento de Valencia.

A través de ellos y de los otros muy cercanos le corre la vena nacionalista que lo hace enardecer al hablar del gobierno actual, porque siente que la Democracia está en peligro y rechaza el acercamiento al régimen fidelista.

Cuando le pregunto sobre la Valencia de los años de su juventud, me dice que antes había mucho más unión y respeto, así como más cohesión social. En el año 1944 él fundó con mucho éxito la Cuadrilla Francesa, organizando una gran comparsa de damas y caballeros vestidos a la usanza antigua. Una de esas cuadrillas que se presentó en el Teatro Municipal fue a beneficio de la reconstrucción de la Catedral, cuando el obispo era monseñor Adam. Se hacían bailes de Carnaval en el Club Centro de Amigos y en las casas señoriales de La Pastora, donde vivían las familias de raigambre venezolano.

En el año 1940, bajo la presidencia de la Sra. Esperanza Jelambi de Padrón, se hizo miembro del Ateneo. Fue gran amigo de Arturo Machado Fernández, de Luis Eduardo Chávez, de María Teresa y Graciela Gómez y de todos esos hombres y mujeres de su generación que impulsaron la cultura en la ciudad y llevaron al Ateneo a lo que es hoy. Fundó junto con Luis Augusto Núñez, la Sociedad Amigos del Teatro, siendo ésta la actividad artística que más le gusta.

Son tantos los aspectos que hay que abordar para hablar de la vida de Oswaldo, que no sabe uno cuál de ellos deberá ser el primero. Su labor profesional estuvo centrada en el campo de la Estadística, ocupando durante medio siglo el cargo de Coordinador de Estadística del estado Carabobo.

Fue una labor meticulosa la que realizó para llevar a cabo el estudio de lo que se refiere a las características de la población en general, los censos poblacionales, la distribución de sus habitantes por entidades, municipios y parroquias. Conoce el estado Carabobo al dedillo, recopiladas todas las informaciones, desde los límites de la entidad y sus antecedentes históricos y geográficos, siguiendo el registro de los gobernadores que hemos tenido desde la creación de la Provincia en junio de 1824 y el primer censo levantado en 1873 hasta el último de 1990. Los libros de su autoría, editados por el Gobierno del estado Carabobo, son un valiosísimo material de apoyo para los proyectos que realizan los organismos públicos y privados que tienen que ver con el crecimiento demográfico y la ordenación territorial.

Por sobre todas las cosas, Oswaldo ha sido un defensor de la integridad física y espiritual de Valencia, por lo que no está de acuerdo con las divisiones político-territoriales que la han desmembrado, a su entender por razones políticas y burocráticas, fracturando su unidad urbana y administrativa. En el mes de mayo de 1996, pronunció un discurso en la Casa Páez que por su magnífica defensa de la unidad de Valencia fue publicado por la alcaldía de esta ciudad.

Para muchos, Oswaldo ha sido “un ángel terrenal”, como lo calificaron algunos de los inmigrantes que llegaron a partir del año 1947 al Centro de Inmigrantes de “El Trompillo”, huyendo de las secuelas que dejara en sus tierras de origen la II Guerra Mundial. Desde su campo de director de las colonias de refugiados de Valencia, él los ayudó a adaptarse a la nueva Patria, tratándolos como familia para que renaciera en ellos la esperanza de un mundo mejor que el que habían dejado atrás, lo que en efecto sucedió.

Fundó también Oswaldo el Centro Excursionista Valencia el 14 de enero de 1953, que se ha mantenido activo hasta el presente, con su sede de reuniones en la Casa Páez. Fue promotor de la creación del Parque Nacional San Esteban, organizando año tras año, junto con el Centro, la excursión que recorre el viejo Camino de los Españoles hasta llegar al puente de Paso Hondo que comunica a Puerto Cabello con Valencia.

Llegar a la edad de Oswaldo con tantos logros debe ser satisfactorio. Quienes lo conocemos, lo queremos y lo valoramos como persona y como buen ciudadano. Desde estas páginas te deseamos, Oswaldo, un Feliz Cumpleaños.

El carabobeño, 17-08-2005

10 agosto 2005

Robar con perdón



El robo en Venezuela es una calamidad que azota a varias capas de la población, porque no sólo los pobres roban a los ricos, justificado en aquella frase infortunada de la alta magistratura presidencial que sentenció “robar por hambre no es delito”, sino que los ladrones tampoco tienen piedad con los de menores recursos a la hora de quitarles algo de lo poco que puedan tener: un par de zapatos, una bicicleta o unos cuantos enseres de la casa.

Tampoco muchos de los funcionarios públicos de altas, medianas o bajas posiciones tienen empacho de solicitar comisiones, sobornar o desviar para sus bolsillos los fondos presupuestados para los organismos en los que ellos ejercen sus cargos.

Sin mayores temores por los procedimientos ilícitos tipificados en las leyes, una administración tras otra erosionan el erario nacional, como un mal endémico arraigado en el comportamiento de muchos de quienes ocupan posiciones para servirse a sí mismos en lugar de para servir a los demás. La corrupción envuelve a la administración pública como una mancha ensombrecida con los malos hábitos adquiridos quién sabe por qué factores atávicos de latrocinios, impunidad y viveza criolla.




Disculpar el robo de quienes se apropian de lo ajeno con el pretexto de que están famélicos, tanto como para no tener ni siquiera fuerzas para ganarse el sustento diario trabajando honradamente, es avalar el delito y fomentar la impunidad, peligrosos componentes del caos social que se forma cuando la propiedad no se respeta. Es también una manera de aceptar el desempleo por la falta de productividad del país, puesto que si hay que salir a robar en lugar de laborar, es porque están agotados los puestos de trabajo y la economía está estancada.

Hay delitos mayores o menores según la cuantía de los hechos, pero la transgresión de la ley en cualquiera de sus formas debe ser penalizada en proporción ajustada a la violación de la legalidad. El robo es corrupción, grande o pequeña, basada en los daños materiales que se ocasionan, pero cuando se convierte en una costumbre inveterada en la sociedad en la que ocurren hurtos frecuentemente, sin la aplicación de castigos ejemplarizantes para quienes los cometan, se está frente a una situación de descomposición social, o de falta de moral pública, preocupante por la inseguridad que representa para los ciudadanos en conjunto y por el desfalco de los bienes colectivos en detrimento de todos.

En las urbanizaciones los vecinos han tenido que recurrir al cierre de las calles, pagando entre todos la vigilancia privada, por el temor de dejar las casas solas a merced de los ladrones acostumbrados a violentar puertas y ventanas para sustraer todo lo de valor que puedan encontrar, generalmente equipos electrónicos, dinero en efectivo y joyas. En los barrios y urbanizaciones populares, los hurtos son también frecuentes, expuestas las familias a perder lo más valioso de cuanto con mucho esfuerzo lograron adquirir. Cuando ocurren accidentes automovilísticos en las autopistas o carreteras, los ladrones acuden prestos a saquear todo cuanto puedan encontrar, e igual ocurre en los siniestros de edificaciones, sin mostrar la más mínima piedad con las víctimas.

El robo del material quirúrgico, de medicinas y equipos en los hospitales es igualmente común, reportándose casos en los que las sospechas recaen en el personal interno, o en los visitantes, teniendo que someter a esos centros a una permanente vigilancia. El personal doméstico, contratado para ir y venir en casas particulares, roba a menudo artículos pertenecientes a los miembros de las familias en las que trabajan, viéndose ésas obligadas a despedirlos cuando son descubiertos in infraganti.

Los robos de vehículos son tan comunes, que han surgido montones de desempleados dispuestos a vigilarlos apenas se estaciona uno en cualquier lugar de la calle, lo que generalmente se acepta por un monto insignificante, sin estar uno seguro de la efectividad de esa vigilancia.

El hurto de los cables, postes y transformadores de las empresas eléctricas, unido a las tomas ilegales de energía por parte de quienes levantan sus viviendas improvisadas en terrenos invadidos significa cuantiosas pérdidas económicas para esos proveedores de luz, reportadas anualmente en millones de bolívares que dejan de invertirse en mejorar los sistemas. Pero el descaro mayor está en las invasiones de tierras particulares que activa el Instituto Nacional de Tierras nombrado por el gobierno actual y que para acabar con el latifundio, creando con ello un estado de inseguridad jurídica preocupante para la paz social.

A lo largo de nuestra historia republicana, el mal ejemplo que han dado algunos de nuestros gobernantes ha dado lugar a resquebrajar la moral pública, afianzando incluso el concepto de que ser honesto es ser tonto y de que al llegar a algún cargo de importancia hay que saber aprovecharlo en beneficio propio.

Robaron los federales, robaron los andinos, robaron los militares y civiles en los tiempos de la dictadura y robaron los demócratas que los sucedieron y actualmente roban los chavistas amparados por el jefe máximo de la revolución. No más llegar al gobierno, se sienten los dueños del país, borrando las distancias entre el patrimonio público y el particular.

Robar con perdón es un delito sin sanción, es la impunidad llevada al extremo de dejar pasar la corrupción hasta penetrar las fisuras de la sociedad.

El Siglo, 06-08-2005

El Carabobeño, 10-08-2005