Como un enfermo que por falta de atención descuidó su salud y cayó en cama aquejado por el malestar, la sanidad y asistencia social en Venezuela están graves por no haberse tomado las prevenciones para evitar el mal. Las expresiones de condolencia resuenan en el alma colectiva del venezolano, que se encuentra desamparado, mientras en el Congreso se discute la Ley de Seguridad Social a espaldas de la población y en desacuerdo con el gremio médico que no ve muy claro los beneficios que traerá la nueva legislación.
No hay cómo explicar por qué el enfermo se agravó tanto. Ya se han clausurado varios hospitales por falta de dotación. Se han robado los equipos y aparatos quirúrgicos en numerosos centros de salud. Los precios de las medicinas están por las nubes. Las clínicas privadas son tan costosas que arruinan los ahorros de la clase media y los pobres no pueden ni soñar con entrar a ellas. Los seguros de hospitalización no cubren la totalidad de los gastos que tampoco le dan cobertura a una población no acostumbrada a ese tipo de afiliación y hasta en los hospitales hay que pagar los exámenes de laboratorio, teniendo también las operaciones un elevado precio asociado a los tratamientos de recuperación. Los centros del Seguro Social colapsaron, siendo el caso más patético el del Hospital Pérez Carreño de Caracas que tuvo que lanzar a la calle a todos los pacientes, sin poder encontrarle remedio a la situación de penuria. En Valencia el Hospital Ángel Larralde se mantiene abierto gracias a la vocación de servicio de sus médicos y enfermeras y la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera no se da abasto para atender tantos casos, alargándose las colas en solicitud de cupos.
En todo el país la situación es igual, por lo que advirtió el presidente saliente de la Federación Médica Venezolana, Dr. Fernando Bianco, que no se debe clasificar por categorías la salud de los ciudadanos, programando como política de estado la privatización de los hospitales, lo que conlleva a que son bien atendidos los que pueden pagar, mientras que los que no disponen de dinero tienen que irse a sus casas con sus dolencias, o mendigar los recursos para poder someterse a las intervenciones quirúrgicas, que cada vez son más costosas por lo avanzado de la tecnología médica y el elevado precio de las medicinas. Se ha hecho común ver en los medios de comunicación, o en avisos colocados en lugares públicos, solicitudes de dinero para poder costear diversas operaciones, trasplantes e intervenciones de personas que carecen de medios para curarse, teniendo que acudir a la caridad de los demás, viéndose forzados a mendigar la salud para poder salvarse. Enfermarse en Venezuela es un lujo para los que pueden ir a una clínica privada Antes que nada hay que recurrir a la tarjeta de crédito y asegurarse de contar con los fondos requeridos, que desde los primeros días de ingreso superan el millón de bolívares. Lo otro es actualizar el seguro de hospitalización, anticipando que cubrirá sólo una parte del costo si el caso se llegara a prolongar. Las clínicas han subido tanto los precios que muchos pacientes tienen que salir antes de tiempo porque no pueden seguir pagando.
Hablando de este tema con mi tío el Dr, Carlos Páez Maya, verdadero apóstol de la medicina en Puerto Cabello, me comentó que su maestro el Dr. Pastor Oropeza le decía a sus alumnos que no se debía comerciar con el dolor humano y que a eso, sin embargo, ha llegado la medicina actual en Venezuela, con el cierre de muchos centros hospitalarios, la crisis del Seguro Social y el auge de las clínicas privadas a las que los médicos acceden con la compra de acciones, sociedad de capitales y pool de equipos costosos de alta tecnología. “Si así llueve que no escampé” ‑decía una doctora mercantilista cuando los enfermos de su consulta tenían que hacer uso de la última innovación tecnológica en materia respiratoria traída de USA.
El hecho de enfermarse es humano y no conoce categorías sociales ni económicas. De ahí que los estados tienen que estar preparados para atender los requerimientos asistenciales de la población, dotando los hospitales de recursos y de médicos y enfermeras calificadas para recuperar a los pacientes, procurando por todos los medios sanar sus cuerpos y salvar sus vidas. Nada hay más patético que un paciente en su lecho de enfermo, sujeto a la piedad de quienes lo atienden, indefenso y deprimido en el temperamento nervioso que se excita al más mínimo contacto, teniendo que recurrir a los remedios para aliviar el malestar. La salud es el bien más preciado que puede tener una persona y cuando se pierde, todo lo demás carece de importancia. ¿Cómo se explica dejar que un enfermo se agrave por falta de un tratamiento médico oportuno o el hacinamiento en los cuartos hospitalarios con peligro de contagios infecciosos y más aún teniendo que salir a laboratorios privados a pagar por exámenes que los centros de salud públicos no están en capacidad de hacer. Lo injusto del caso es que en un país de enormes diferencias socioeconómicas el derecho a la salud está condicionado al bolsillo individual, sometido a los vaivenes del neoliberalismo económico que torna en grave el asunto de la asistencia social como derecho fundamental de todo ciudadano.
La mayoría del pueblo venezolano es pobre, con ingresos económicos moderados, lo que en conjunto hace que el sistema de salud deba ser tratado con la gravedad que el caso amerita. El gobierno y los congresistas tienen el compromiso con el pueblo de ofrecerles una Ley de Seguridad Social cónsona con los requerimientos de la medicina actual, que tendría que ofrecer sus beneficios a todos por igual en los momentos en que las personas necesitan más apoyo por la debilidad de sus dolencias.
Publicado en El Carabobeño el 14-11-97