25 junio 2002

El hambre amenaza la Paz Mundial


Las cifras señalan que mientras en el mundo hay 200 millones de obesos, existen también

800 millones de personas con hambre, lo que  presenta un desequilibrio desgarrador en el que unos está hartos, en tanto otros que son muchos más están desnutridos. Abundancia y miseria son términos opuestos a una equitativa distribución de los bienes que produce la tierra, por lo que se considera que falta una cultura de la solidaridad y un orden internacional más justo.

En la Cumbre de la Alimentación que se instaló en Roma en el mes de Junio, se acusó de indiferentes a las naciones desarrolladas ante el drama del hambre en los países africanos, asiáticos y América Latina  particularmente y de no cumplir los objetivo trazados en la Primera Cumbre, realizada en el año 1996, de reducir a 400 millones el número de personas hambrientas.  El Director General  de la ONU para la Agricultura y la Alimentación, el senegalés Jacques Diouf, citó números que demuestran la indiferencia que hay ante un problema que amenaza la estabilidad internacional. Poca conciencia social, políticas económicas mal orientadas, despilfarro y corrupción sostienen una situación tan injusta como opresiva, porque de todas las carencias, la falta de comida es la más debilitante, sometiendo a los seres a un estado de postración física y  mental.

Así como se acepta individual y colectivamente que quienes  tienen mucha riqueza deben contribuir con quienes no la poseen y para ello se cobran impuestos y se establecen sistemas de seguridad social, se otorgan dádivas y se predica la caridad como precepto divino para que los beneficios económicos cubran las necesidad de las personas, de la misma manera en esas cumbres se plantea que los países deben buscar la equidad en el reparto de las utilidades obtenidas por las ventajas competitivas de las naciones desarrolladas.  El aprovechamiento de las materias primas y de la producción agrícola favorece a los estados más prósperos, porque su gente está mejor preparada y tiene mayor educación, lo cual se traduce en adelantos científicos y tecnológicos, en tanto los países atrasados no logran superar la pobreza ni la ignorancia, sometidos todavía a regímenes políticos anacrónicos y a costumbres tradicionales que no están a tono con el progreso.

La ayuda de los países desarrollados disminuyó en la década pasada en un 50% en el sector de la agricultura y, mientras las naciones avanzadas subsidian a sus agricultores y les dan asistencia técnica para que sus productos entren  en los mercados, las condicione deplorables de los países atrasados no cumplen esos objetivos, por lo que las cosechas se pierden  y no se aprovecha la riqueza del suelo.  Ese desequilibrio produce malestar  político y social en un mundo que se orienta hacia la globalización y por ello no cesan las revueltas, con saldos sangrientos, que sacuden a tantos pueblos de la tierra.

La contradicción enorme que hay entre no tener un pedazo de comida que llevarse a la boca y tener que acostarse con el estómago vacío choca con el exceso de una barriga que tenga que someterse a una liposucción por tanta grasa acumulada, así como los millones de dólares que se gastan anualmente en dietas y tratamientos para adelgazar harían falta para mitigar tan sólo

una pequeña parte del hambre en el mundo.  Desperdicio y escasez producen pobres resultados, porque lo que sobra no se utiliza con fines productivos, sino que se da como perdido y de la escasez no se puede sacar ninguna ventaja. En todos los pueblos del orbe hay miles de campesinos que siguen aferrados a sus suelos nativos y quieren sembrar, pero no saben sacarle rendimiento a la tierra, ni mucho menos logran colocar ventajosamente las cosechas, entretanto las grandes corporaciones acaparan los mercados mundiales.

Los organismos de cooperación internacional, los fondos de ayuda económica, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y los gobiernos de los países desarrollados deberían prestar mayor atención a una situación que se ha tornado conflictiva.  Aliviar la deuda pública de las naciones más pobres, cooperar con la educación y la capacitación de los jóvenes con el fin de asegurar el futuro, exportar tecnología, disminuir los aranceles y abrir el acceso a los mercados, entre otras, son las recomendaciones que hicieron los asistentes a la Cumbre recién celebrada. Canalizar los recursos a través de asociaciones no gubernamentales, religiosas o cooperativas que garanticen la efectividad de las colaboraciones, puesto que muchas veces hay desconfianza en los gobiernos de los países atrasados, en los que son frecuentes la corrupción  y la mala administración.  No hacerlo es profundizar el deterioro de las democracias y de los sistemas económicos  y políticos,  lo cual es una amenaza para la paz mundial.

Valencia, publicado en El Carabobeño el 08-07-02 y en El Siglo el 25-06-02.

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