Para las Artes Visuales nacionales, es una noticia gratificante saber que el Salón “Arturo Michelena” cumplirá 60 años en la próxima edición. Digo gratificante, porque es un récord de esfuerzo y constancia puestos en práctica por sus organizadores, año tras año durante seis décadas, para mostrar al público lo mejor y más novedoso que hacen nuestros artistas plásticos y con lo que se ha logrado reunir una valiosa colección de obras premiadas que, para fortuna del Ateneo de Valencia, cuenta al fin con un edificio anexo para sede museística permanente, gracias al empeño puesto en práctica por el actual Presidente del Ateneo de Valencia, José Napoleón Oropeza, quién continuó la labor emprendida por el grupo de damas que le precedieron al frente de la institución y por el apoyo material brindado por el Ejecutivo Carabobeño al frente del joven Gobernador, Henrique Salas Feo.
La particularidad de abrir la 59 edición del Salón Michelena en dos espacios expositivos: el Ateneo y la Quinta La Isabela, hoy convertido en el Museo de la Ciudad gracias también al Gobierno de Carabobo ejercido por los Salas Römer Feo, le dio un nuevo interés, puesto que los espectadores tienen que completar la ronda acudiendo a los dos sitios, máxime cuando el Premio Michelena quedó en la Quinta La Isabela, en tanto que el Pérez Mujica está en el Ateneo y de igual forma algunos otros premios quedaron también separados en ambas sedes. El presidente del Ateneo anunció la prorrogación de la exposición hasta el l0 de Febrero.
Cuando el espectador se sitúa frente a una de estas confrontaciones de las artes visuales, nota los cambios que se han efectuado a partir del Dadaísmo, del Pop-Art y del Arte No-Objetual, al romperse las restricciones formales de la pintura y la escultura para darle cabida a otras formas de expresión. La libertad que tiene el artista de nuestro tiempo para crear una obra que él considera digna de ser expuesta es un compromiso consigo mismo, que debería ser tanto más exigente cuanto más aceptable se ha hecho la incorporación de los objetos de la vida cotidiana dentro de las categorías artísticas.
Una vez despojado el arte de sus estilos formales, para admitir otros géneros, como la fotografía, el video, las instalaciones, la exhibición de piezas exentas de interés estético, efímeras y banales a juicio de los espectadores, pero cargadas de significados conceptuales, según los artistas, las exigencias que ellos deben plantearse consigo mismos han de ser coherentes con el pensamiento creador y la habilidad del oficio, combinando la ética y la estética en el proceso creativo, para no correr el riesgo de caer en lo insustancial, en el plagio o en lo intrascendente. La acusación de obra plagiada que hicieron algunos críticos del Premio Michelena, Vuelo Interior, de la artista Nan González, deja serias dudas por cuanto la fotografía que da base a la instalación fue tomada por otro fotógrafo de cuya postal se “apropió” la artista ganadora del premio, interviniéndola.
La apreciación del arte es de carácter subjetivo, por cuanto los juicios valorativos están sujetos a la consideración individual. Siendo así, consideramos que nombrar sólo a tres personas para integrar los dos jurados, el de Admisión y el de Calificación, estrecha el margen de la discusión sobre las obras que aspiran participar. Cinco personas sería un número más apropiado para decidir sobre un evento tan importante. El desafío de los señores jurados se agiganta por cuanto la participación depende en gran parte de su imparcialidad y conocimientos ara juzgar no sólo las obras sino la trayectoria artística de quienes tienen parte en la confrontación. Desde el momento en que la exposición se abre al público, éste tiene también el derecho de decidir lo que es o no de su agrado, tomando como punto de partida la importancia de aprender a conocer por medio de la lectura, la visita a los museos y salones y la conversación con los artistas para revisar los conceptos, puesto que una sola idea no es arte si no está acompañada del oficio creador que la respalde.
El Michelena este año tiene obras buenas, pero también otras muy grises, falto de colores, formas y ritmos que lo hagan vibrar. En cierto modo no responde a los planteamientos que se formulan en un mundo dominado por la tecnología y la ciencia. Da la impresión que lo que se está haciendo en el país en materia de artes visuales no responde a lo avanzado de las posibilidades del mundo moderno. Quizás sea falta de las escuelas de arte que se han quedado estancadas por falta de presupuesto y de investigación. De los jurados que por buscar la innovación dejan afuera obras de artistas que tienen una buena trayectoria. O de los propios artistas que se han dejado llevar por el facilismo.
El Premio “Pérez Mujica”, si bien con una propuesta conceptual interesante, luce pobre en su presentación. Lo deleznable en él está en la poca durabilidad que tienen los lápices de creyón con los que está compuesto. Hay exceso de fotografías en un Salón que fue creado para la pintura y la escultura, por lo que debería cuidar que ésas no sobrepasen a las disciplinas fundamentales de la muestra. Con todo, hay fotografías muy bien logradas, como las de Amalia Caputo, Luis Cubelo y Víctor Cadet.
Visitar el Salón Michelena, comentarlo y manifestar agrado o rechazo por las obras expuestas se presta a la polémica que siempre ha generado este evento, enriqueciendo la confrontación con la apreciación libre del arte que, a fin de cuentas, es su razón de ser.
El Siglo, 07/02/2002
El Carabobeño, 22-06-2002
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