10 julio 1998

Fútbol y Política



Si bien Venezuela no tiene tradición de fútbol ni mucho menos participa en el Mundial, la teletransmisión de los juegos ha paralizado a medio país, centrándose la atención de los espectadores en los encuentros entre los equipos representantes. El Mundial de Fútbol que se juega en Francia ha acaparado el centro de los acontecimientos, dejando a  la política en un segundo plano, a tan sólo seis meses de las elecciones nacionales. Es como un paréntesis  de gran frenesí antes de entrar de lleno en la contienda electoral.

Emoción y competencia, el fútbol es tan apasionante como enérgico, tan ágil como el balón que rueda con tan sólo un puntapié. Dando patadas y cabezazos a la pelota para meterla en el arco, pasándola  de uno a otro pie en una combinación de destreza y vigor, los jugadores se mueven con tanta rapidez que el dinamismo es uno de sus mayores atractivos.  La fortaleza física es una condición fundamental par ser un buen goleador, pero también la inteligencia y habilidad para manejar bien las situaciones favorables. Por Brasil el Rey Pelé se hizo famoso al anotar goles que estremecieron al mundo futbolístico. Por Argentina, Maradona saltó al estrellato. Bebeto y Ronaldo, Baggio, Hernández, Vieri y Batistuta son nombres que pasarán también a la historia de los mundiales, con récords que reseñan los medios de difusión deportiva, indicativos de estrategias afinadas en las canchas para colocar la pelota tras burlar al arquero en el campo contrario.

La política, en cambio, tiene a la gente fría. No despierta entusiasmo. Aquellas multitudes que estremecidas vitoreaban a los líderes de masas se han apagado, sumidas en el letargo del conformismo. Votar por el menos malo y no por el mejor es la consigna, porque los políticos han perdido credibilidad. Ya nadie confía en ellos, tan hastiados estamos del doble discurso. En tanto que en la política vale el juego bajo para tumbar al adversario y las reglas del juego no se respetan, las zancadillas en el fútbol se pagan con penalty declaradas por el árbitro y su agresión es objeto de caída, no sólo física sino de puntuación, por lo que los jugadores tienen que cuidarse muy bien de no facilitarle el triunfo al rival. En el deporte los puntos se cuentan con exactitud, sin medias tintas y para ser el mejor hay que esforzarse.

De tanto jugar sucio, los políticos en Venezuela le han dado golpes mortales al sistema democrático, que lleva ya 40 años sufriendo los embates de las malas pasadas. El presidente Caldera se empeñó en una segunda vuelta para terminar por darle un puntapié a la economía nacional, hundiendo al país en una crisis financiera agobiante. Y preparándose para las próximas elecciones, Alfaro luce cansado a su avanzada edad y no se vislumbra que pueda anotar la “V” de la victoria con tan escasas fuerzas. Claudio se precipitó tanto al separarse de su equipo que se propinó un auto gol, facilitándole la llegada al equipo contrario. La tersura de Irene y su larga cabellera le restan energía para emocionar a las multitudes que la ven más como la madrina de los juegos que como la campeona. La altivez de Salas Römer le impide patear desde el suelo, prefiriendo los caballos para el lanzamiento, lo que le quita fortaleza. Chávez juega solo sin el apoyo logístico que le facilite un resultado favorable.

Es fácil desligar al fútbol de la política y hay mucho de nacionalismo exaltado en las preferencias del público, quizás por el hecho de que cada uno de los equipos representa a un país, completando treinta y dos las delegaciones en esta temporada. Se enarbolan los colores patrios en los campos de juego y en las celebraciones por el triunfo, o en el ímpetu de la derrota,  el sentimiento patriótico siempre sale a relucir. Estados Unidos versus Irán, Inglaterra versus Argentina, las grandes potencias contra los países en desarrollo compiten por igual en encuentros que apuestan a que ganen los mejores. La presencia de los reyes de España,  Juan Carlos y Sofía, aupando a su país cuando le tocó jugar, es indicativo de la pasión que sienten los españoles por el fútbol, hasta el punto de considerarlo orgullo nacional. Así también el príncipe Carlos de Inglaterra se ha mezclado con el público para ver de cerca a su equipo, demostrando el interés que siente por el deporte que logra hermanar a los pueblos cada cuatro años, haciéndolos vibrar con emoción en tan sólo treinta y tres días de reñida competencia.

Venezuela no participa en el Mundial con un equipo que la represente, pero sentimentalmente sus preferencias están con Brasil o con cualquier otra delegación latina.  Las manifestaciones del pueblo cuando sale en caravana a celebrar, tocando cornetas y agitando banderines, son tan espontáneas como alegres, tan contrarias al tropel de protestas aireadas por los malos gobiernos.

El gol es grito de júbilo para el jugador que coloca la pelota en el arco. El narrador arrastra la O aclamando el goool que es la clave del triunfo. Los fanáticos se estremecen y la ola no se hace esperar. Sesenta mil personas sentadas en un estadio, millones de miradas puestas en una cancha y los jugadores que no cesan de patear son un espectáculo de grandes proporciones.  Lo suficiente como para justificar la categoría de campeonato mundial.

Publicado en El Mundo el 10-07-98

Publicado en El Carabobeño el  06-07-98