09 mayo 1999

Un viaje memorable



Un viaje memorable acabamos de hacer mi esposo Leyzer y yo acompañados de nuestro tío Carlos Capriles y su esposa Evangelina. Carlos es historiador, novelista, periodista y sobre todo un viajero incansable que se lanza al mundo cada vez que tiene la oportunidad de seguirle las huellas a los grandes sucesos y personajes que han influido en los cambios de la historia. Con una buena guía en las manos y un gran cúmulo de conocimientos, Carlos fue un magnífico acompañante de nuestra ruta por algunas ciudades de Europa Central. En tres semanas visitamos cinco países. Un tiempo muy corto para todo lo que hay que ver en ciudades cargadas de historia y ricas culturas. Como una cinta de video que interrumpe la filmación cuando la vista es muy interesante, recorrimos largos caminos, quedándonos varios días en las grandes capitales Viena, Budapest y Praga, para avanzar hacia pueblos y ciudades de Baviera, con el fácil paso de fronteras de la Europa unida.

Viajar es abrir una ventana al mundo para ver nuevos paisajes, casas, calles y gente de otras partes con su pasado y su presente a cuestas, al cual nos integramos temporalmente cuando los visitamos, fundiéndonos con una humanidad que goza y sufre los mismos anhelos, sólo que en un espacio diferente con sus propias particularidades. Viajamos por afán de conocer y de ver personalmente lo que hemos estudiado, leído o visto en fotografías o en 1a pantalla. Lo que es un cromo frío en las gotas turísticas, impresas a color con magníficas fotografías y breves reseñas de los lugares descritos, toma calor cuando se está frente a uno de esos monumentos erigidos para conmemorar hechos notables y nuestra imaginación se vuelve poderosa al revivir parte de esos acontecimientos.

Las ciudades europeas que visitamos tienen frescas todavía las cicatrices de la última guerra y al holocausto nazi siguió la opresora ocupación soviética que curtió a esos pueblos en el dolor de las masacres injustificadas, con tal resistencia que han vuelto a levantarse una vez más para mostrar al mundo todo lo bueno que tienen que enseñar.

Acercarse a las casas en que vivió Beethoven en el barrio de Grinzin en Viena y después visitar su tumba en el hermoso cementerio en que está enterrado al lado de Schubert, Brahma, Strauss, y el monumento en homenaje a Mozart nos pulsó las notas del alma en el suspenso de las melodías que embriagan el oído. Ver correr las aguas serenas del Danubio y constatar que el azul de su caudal es lirismo de pura exaltación romántica de un músico extraordinario enamorado de su río es bailar el Vals de Strauss en una noche impregnada del ambiente festivo de la Viena Imperial, imaginándonos el Palacio de Schonbrunn con la emperatriz María Teresa y la célebre emperatriz Isabel, cariñosamente apodada Sissí, junto con el emperador Francisco José I vestidos con ricas prendas y trajes de gala, unidos en el abrazo del baile que inmortalizó la voluptuosidad de las cortes imperiales. Reseña la guía que en el año 1805 y nuevamente en 1809, durante su estancia en Viena, Napoleón se alojó en lo que una vez fue el dormitorio de María Teresa. En ésa falleció también de tuberculosis en 1832 el duque de Reichstadt, hijo de Napoleón y de María Luisa de Austria.

Tomar un barco en Viena y en cinco horas y media de navegación, contemplando los suaves bosques de las riberas del Danubio llega a Budapest, ciudad partida en dos por el río que es el corazón de Europa y ver reflejar en sus aguas el Castillo levantado en la colina de la Ciudadela de Buda, cuya arquitectura se remonta al siglo XIII, desarrollándose a lo largo de los trescientos años de la invasión Mongola en 1241 y la ocupación turca en 1541. El Castillo floreció bajo el reinado de Matías en la segunda mitad del siglo XV, cuando fue el centro de la administración, de las artes y de la ciencia. Los días se vuelven horas al llegar a Praga, ciudad que parece de fantasía de puro bella que es, con sus tejados que se alzan en agujas, torreones y cúpulas en los que sobresalen los estilos gótico y barroco y sus ventanas que se abren hacia fachadas de regios ornamentos y estatuas, dándole al conjunto urbano una cualidad artística que se aprecia en toda su construcción. Pasar de la Ciudad Vieja o antigua Plaza del Mercado hasta el Barrio Nuevo, atravesando el puente Carlos sobre el río Moldava y pararse frente a cada una de las estatuas de santos que están colocadas a ambos lados, entre las que se destaca el Crucifijo en bronce y la de San Juan Nepomuceno también en bronce, es pulsar la ciudad en toda su dimensión histórica.

En las ciudades que recorrimos se siente un ritmo de vida más pausado, como si los europeos del Este llevaran consigo todo el peso de la historia. Mucho más centrados en mostrar su pasado histórico, bien conservado, que en un consumismo desenfrenado, los centros comerciales y negocios en general cierran a las seis de la tarde y los fines de semana desde el sábado al mediodía. Numerosos grupos de jóvenes estudiantes y visitantes animan las calles con una curiosidad por aprender las lecciones del pasado en los muros que encierran los tesoros de tan diversas culturas, desde las primeras invasiones de las tribus celtas, eslavas o romanas, hasta la Edad Media, el Renacimiento y el florecimiento de los Imperios, hasta el nacimiento de las recientes Repúblicas.

El Cristianismo, escindido en dos por el Protestantismo y la Contrareforma, fue en Europa el hilo conductor de la civilización y como prueba de ello han quedado las imponentes Catedrales e Iglesias, cuyas fachadas y elevadas alturas son un verdadero canto a la gloria de Dios. Se aprecia en esos monumentos una permanente obra de reconstrucción y restauración, por lo que es frecuente ver levantarse grandes andamios para no dejar que los destruyan el paso del tiempo y los desastres que en diferentes épocas los han asolado. El turismo se facilita porque las calles están hechas para caminar, con grandes zonas peatonales y el transporte público es puntual y bien conectado con el tranvía, el metro y los autobuses.

Muy cerca de los países que visitamos, las fuerzas de la OTAN habían comenzado la ofensiva contra Serbia, por lo que muchas personas con quienes hablamos nos expresaron su temor. Y al regreso, nos sorprendió la noticia de la matanza de estudiantes en un colegio norteamericano, por dos jóvenes suicidas que se proclamaron nazistas. Sentimos que el deseo profundo de paz sigue todavía amenazado y que a toda la belleza que hay en el mundo se opone también el terror.

Publicado en el Carabobeño el 09-05-99