10 septiembre 1999

Chuchuíta Carabaño de Díaz



NOBLE DAMA DE LA VALENCIANIDAD

Siempre que converso con Chuchuíta, como cariñosamente la llamamos todos los que la queremos, algo me hace sentir bien, como si escuchara sus palabras guiadas por conceptos detenidos en una mente clara, producto de la experiencia de los años y de una sólida formación humana. Ella tiene el don de la armonía interior que transmite seguridad en lo que dice y en su hogar sigue siendo la llama de luz que enciende toda su casa.

Al recibirme con paso suave, se lamenta de que sus piernas le han comenzado a molestar, lo que no le impide dirigir los deberes de una familia tan unida a ella por lazos de amor que no dejan de llamarla o visitarla ni un solo día, ya sea uno de sus 4 hijos: John, Magaly, Fabián y Gloria, o alguno de sus 15 nietos, casi todos ya casados, o de sus 17 bisnietos. Su residencia en la calle Colombia inspira la nostalgia de aquellos caserones solariegos del centro de Valencia, el solar cobijado bajo los grandes árboles frutales que en un tiempo estuvo sembrado de rosas, llegando a tener más de 130 variedades, la rosa Tosca, la de las Nieves y tantas más. Ahora, al trasponer la reja de entrada, hay una casa grande de muñecas para que los nietos jueguen y unas jaulas con aves de corral, pájaros, materos y una sombra que atempera el ardiente calor del mediodía.

La memoria de su esposo, el Dr. Fabián de Jesús Díaz, cobra vida en los retratos que hay en las paredes y mesas de la casa y en los recuerdos de tantos años compartidos. Nos dice que lo conoció en Villa de Cura, adonde él fue a hacer la rural y en el año 1937 se vino a vivir a Valencia, después de un idilio que fue el inicio de una prolongada relación matrimonial que duró más de 50 años. Formaron una pareja vinculada a las mejores iniciativas sociales y culturales de la ciudad. Afirma que él fue muy luchador. Fundó las primeras medicaturas rurales junto con el Dr. Manuel García, así como también el Colegio de Médicos del Estado Carabobo, la Sociedad Amigos de Valencia, la Sociedad Bolivariana y el Centro de Historia.

Fue el Dr. Díaz quien la propuso, en una directiva encabezada por Gisela Guerra Méndez y de la que él formaba parte, para presidir el Ateneo de Valencia en el año 1942‑1943. Fue reelecta para el siguiente período 1943‑44 y una vez más en el año 1962‑63. Durante su gestión se creó el Salón “Arturo Michelena” en 1943, siendo Presidente del Estado Tomás Pacanins y Secretario de Gobierno Julio Morales Lara.

Al hablar del Salón, nos dice que el Premio Michelena fue creado para la especialidad de Pintura y como tal es partidaria de que esa distinción debería conferirse sólo a esta disciplina. Entre otras actividades realizadas con acierto le correspondió celebrar los cien años del Ateneo, tomando en cuenta que en el año 1842 se había fundado el primero de Valencia, que después se cenó por los vaivenes políticos , inaugurándose definitivamente el actual en 1936. En la actualidad sostiene que el Ateneo debe llevar la cultura a todos los niveles y que las directivas y la presidencia deben renovarse, puesto que el Ateneo no es propiedad de nadie en particular. La pregunta obligada es sobre su opinión del deterioro que ha sufrido la Casa Páez, a la cual ella y su marido especialmente estuvieron tan ligados. No vacila en afirmar que le han rebajado la asignación, por lo que no tiene cómo mantenerse. Es indudable que la transformación de Valencia de ciudad pequeña y tradicional a urbe industrial y populosa contrajo la cultura y los gobiernos no le han prestado la debida atención.

A los 86 años Chuchuita tiene una mente lúcida, no sólo para estar atenta a todo lo que sus hijos y allegados le llegan a plantear frecuentemente, sino para continuar al servicio de las Damas Salesianas que ella fundó en Valencia hace una década y para seguir con las obras sociales que ayudan a tanta gente necesitada. En estos días está colaborando con el Padre de la Iglesia María Auxiliadora para lograr restaurar las pinturas del altar principal. El tema de la política lo aborda con gran preocupación, porque siente que el presidente Hugo Chavez está fomentando el odio entre los venezolanos, al dividirlos entre los que él llama la clase corrupta de los gobiernos del régimen democrático y los honestos que lo siguen a él, según su manera de ver muy personalista e impetuosa. Le recomienda al Presidente que tenga el “oído pelan” para que oiga las recomendaciones que le hace el pueblo venezolano y no se equivoque, puesto que la situación actual es muy delicada.

Venezolana por los cuatro costados, ella afirma que sus huesos se quedarán en esta Patria a la que siempre ha procurado servir. Su familia por ambos lados hizo mucha historia. Nos dice que su tatarabuelo, Miguel Carabaño y Ponte, fue asesinado en las guerras de la Independencia bajo las huestes de Monteverde, así como también un hermano de él llamado Fernando. Su bisabuelo por el lado paterno recibió la condecoración Sol del Perú en la Batalla de Ayacucho, donde peleó al lado de Sucre. Su abuelo José María Tosta García, farmaceuta en Villa de Cura, creó una planta de luz de acetileno con instalaciones de tubería con la que alumbraba toda la casa. Hija de Don Rafael Carabaño Pérez y María de Jesús Tosta Lanz, Chuchuíta es una noble dama que ha visto transcurrir este siglo de grandes cambios analizándolos con un profundo sentido cristiano. El hombre se cree un ser superior y hay una tendencia materialista que olvida a Dios, una corriente ficticia se extiende sobre el mundo moderno, que en este fin de milenio está muy convulsionado, sostiene. No acepta la clonación, porque la creación es sólo potestad divina y en la huella digital de cada ser humano ve la magnificencia del Creador. Cada persona es única, no puede haber otra igual, asegura con convicción.

Vivir a plenitud un siglo que se cierra, para abrirse a un nuevo milenio lleno de interrogantes, es una conquista lograda con satisfacción, concluye Chuchuíta con la sonrisa de quien en todos esos años ha cumplido una labor.

Publicado en El Carabobeño el 10-09-99