03 agosto 2002

Iniciativa privada, inercia pública


Los servicios públicos en Venezuela son una calamidad que no termina de mejorar,  siguen siendo pesados y deficientes, como si la atención a los usuarios en las oficinas estatales  no fuera importante, los hacen esperar largas colas para pagar una factura o para hacer un reclamo o solicitud, sabiendo que no queda otra alternativa que estar ahí,  puntual, para que no le corten a uno la luz o le suspendan el agua.

El colmo del mal servicio está en los despachos de la Oficina Nacional de Identificación y Extranjería  (Onidex), que prácticamente están colapsados por falta de material: no tienen papel ni plástico para laminar, las máquinas fotográficas no funcionan, ni los rollos son suficientes y las estampillas se consiguen por debajo de cuerda pagándolas con sobreprecio. Es un calvario tener que solicitar la cédula de identidad por la vía corriente, a menos que uno consiga un gestor diligente en cobrar una comisión para entregarla sin demora.  Otro tanto sucede con los pasaportes  y  para los venezolanos que visitan países extranjeros  es una vergüenza tener que mostrar un papel estampado con un sello a falta del consabido librito de identificación.  Es tan deficiente la obligatoria documentación de la población venezolana que nos hace vulnerables.

La ineficaz administración pública está consustanciada con nuestra realidad nacional, es algo así como parte de nuestra idiosincrasia,  tan acostumbrados estamos a que nos atiendan mal en las dependencias oficiales que ha llegado ser normal el soborno para salir airosos de las diligencias esenciales y se colma la paciencia contenida de la gente que no quiere saber nada de trucos ni tiene los medios para comprar los servicios diligentes a los que tendría derecho. Pareciera que el Estado, en lugar de ayudar, estuviera contra los ciudadanos desasistidos del apoyo gubernamental a la hora de efectuar las denuncias del aumento de las tarifas y de los impuestos.

Por el contrario, los servicios privados de atención al público son de buena calidad, lo que nos hace pensar que sí tenemos los recursos y el personal preparado para ofrecer un buen producto y una esmerada recepción. Son muy diferentes los cuidados que se prestan en las clínicas a los que se dispensan en los hospitales,  con los mismos médicos y enfermeras  que en ambos casos ponen su mejor empeño en curar a los enfermos, pero mientras en ésas cuentan con los mejores equipos, materiales quirúrgicos y medicinas, en aquellos falta desde la gasa hasta las inyectadoras y con frecuencia los quirófanos están dañados, además de que faltan camas para recibir a tantos pacientes, pobres de solemnidad que en los momentos más difíciles de la existencia  tienen que soportar un trato amargo, resignado ante tantas desventuras que corroen el alma de los hospitalizados.

En cuentos a la vivienda se refiere, las casitas que construye el oficialismo son poquísimas en relación a la  elevada demanda habitacional nacional.  Los gobiernos de la IV República se quedaron cortos en los planes habitacionales, por lo que gran parte de la población se vio obligada  a improvisar sus casas en los filos de los cerros y en las barriadas populares urbanizadas a medias.  Tampoco el  Plan Bolívar 2000, Fondur y Conavi  juntos no han cumplido hasta ahora con un plan de viviendas de interés social satisfactorio y más bien han prosperado las invasiones y la construcción de ranchos en los cerros y  en las  orillas de las  carreteras. La revolución bolivariana fomenta una Ley de Tierras que lo que está haciendo es producir más miseria y fomentar la anarquía.

Un caso patético de los pobres servicios públicos,  en medio de los grandes desarrollos de la iniciativa privada,  lo vemos en los pueblos falconianos de Tucacas y Chichiriviche, en los que se han construido en los últimos años hermosos hoteles y edificios de apartamentos, con todos los adelantos de la ingeniería y la arquitectura moderna, que se levantan  en calles sin urbanizar, carentes de los empotramientos de cloacas, alcantarillas  ni  tendidos de cables de luz y tuberías de agua.   La situación el estado Vargas, después de la tragedia ocurrida con las inundaciones en el año l999,  también contrasta con las mejoras hechas por los complejos privados que fueron  remodelados con prontitud para ponerlos de nuevo en actividad,  en oposición a la lentitud y torpeza de los trabajos ejecutados por el oficialismo, a pesar de los miles de millones de ayuda aportados para la zona.

Desorganización del Estado,  clientelismo político, desvío de los dineros públicos, falta de ética profesional, poca motivación para el trabajo  y  bajos salarios  hacen que la maquinaria oficial continúe siendo pesada, dolor de cabeza de los venezolanos y un atraso para el país que no lo dejar despegar hacia el desarrollo para lograr  alcanzar la fuente del bienestar colectivo.

El Carabobeño, 10-08-2002

El Siglo, 03-08-2002