Celebramos el nombramiento de Alfredo Fermín como Miembro Honorario de la Academia de la Historia del Estado Carabobo, por su dedicación a preservar el patrimonio histórico cultural de nuestra ciudad, manifestando siempre una preocupación que va más allá de la simple nota periodística, para convertirse en una voz de alerta de los daños que sufren los valores culturales ubicados en sitios fundamentales de esta capital.
Desde su columna dominical en el diario El Carabobeño, Hoy y Después en Valencia, Alfredo Fermín sostiene una tenaz defensa del conjunto de bienes patrimoniales que en siglos de historia patria ha atesorado nuestra ciudad y que son muchos, tantos como los distinguidos hombres y mujeres que han jugado un papel importante en el devenir regional y nacional, legándonos obras significativas que enriquecen la tradición de Valencia como ciudad culta de raigambre histórica.
Los cuadros del pintor Antonio Herrera Toro que están en la Catedral de Valencia, la iglesia en sí, el plafond del Teatro Municipal, también pintado magistralmente por el referido artista, y el propio Teatro, cuya fundación preside Alfredo; el cuadro El Libertador y otros más de nuestro admirado Arturo Michelena, el Museo de las Esculturas al Aire Libre “Andrés Pérez Mujica”, el Ateneo de Valencia y su Salón de Artes Visuales, la plaza Bolívar y el Monolito, el centro colonial con sus calles y casas de la época, las casonas antiguas, los símbolos patrios, las estatuas en los parques y las plazas, el Parque “Negra Hipólita”, con los vitrales del escultor Roque Benavides, y todo cuanto signifique el acervo patrimonial de Valencia que ha estado o está en riesgo de perderse, son objeto de sus comentarios oportunos para que los organismos competentes los preserven y para que la ciudadanía tome conciencia de sus bienes colectivos, presionando con las palabras precisas del comunicador social que no se limita a informar, sino que toma partido por lo que dice, manifestando un respeto profundo por la tradición cultural de esta ciudad.
Como periodista acucioso, él recorre diariamente las calles de Valencia, asiste a los actos que tiene que cubrir, entabla conversaciones y hace preguntas para buscar información, entra en los lugares públicos y observa con detenimiento en qué estado se encuentran los bienes patrimoniales, para después volcar su opinión en esa columna dominical que se ha convertido para los lectores de El Carabobeño en una referencia importante, por lo atinado del juicio personal que conoce bien los temas que comenta.
Como reportero, Alfredo no se conforma con sólo dar las noticias, sino que busca que el público también participe a través de las encuestas que hace cuando hay asuntos de interés general, lo que da lugar al debate de las ideas y al ejercicio de la libre expresión, manteniendo por varios días en la palestra noticiosa asuntos relevantes del acontecer valenciano que de otra manera quedarían silenciados, asimilados en su contenido, pero, al no haber un seguimiento de las denuncias, ésas pronto se olvidan, dando lugar a la indiferencia colectiva. Su estilo periodístico es un acicate para que se produzca una reacción positiva en torno a la importancia de preservar el conjunto de bienes patrimoniales de Valencia.
Son 28 años de Alfredo con su columna semanal, imponiéndose la responsabilidad, como él mismo escribió recientemente, de “estar pendiente de la ciudad, para protestar la mayoría de las veces o para expresar gratitud cuando se toman en cuenta nuestras preocupaciones, que son muchas por la indiferencia o indolencia ante el patrimonio artístico y cultural”. Tarea ésa que es reconocida por quienes saben apreciar esos valores y a quienes sí les duele la ciudad, aunque se sientan de manos atadas porque no saben qué hacer para que los gobiernos los conserven, aplicando la Ley de Patrimonio Histórico Cultural, pero oficio periodístico que tiene que ser valiente para decir verdades que a todos no les gusta escuchar, y tiene que tener coraje para denunciar el poco respeto que muestran algunas de nuestras autoridades por los símbolos patrios, invocándolos cuando les conviene para su propio beneficio.
El compromiso de Alfredo es con la ciudad que él adoptó como propia y a la que quiere como a su lar nativo. Desde su nuevo sitial académico, la voz de Alfredo va a resonar con más fuerza, para que nos mantengamos vigilantes del acervo patrimonial que nos pertenece por herencia y por derecho.
El Carabobeño, 25-06-2005
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