25 julio 1997

Armando Pérez: La identidad perdida



Tengo en mis manos el catálogo de la exposición que Armando Pérez muestra en el Grupo Li Centro de Arte en Altamira, Caracas, para invitamos a apreciar su más reciente obra pictórica y a compartir con él y con su esposa Esther Ojeda los gratos momentos de cordialidad y goce estético que son propios en eventos de este tipo. Un representativo número de valencianos y capitalinos nos reunimos el día de la inauguración el 6 de Abril para compartir con ambos artistas residenciados en Paris una amistad que no ha perdido sus vínculos con Venezuela ni su estrecha relación con la cultura carabobeña. La exposición muestra las últimas tendencias de Armando: las máscaras y personajes sin rostro que son el lenguaje plástico que aborda para expresar la interioridad del otro “yo”, la identidad perdida o la disolución del ser en el anonimato social. La guía muestra que son 40 cuadros realizados en acrílico bajo el título Enigmáticas.

La máscara es una figura enigmática que esconde una personalidad detrás de ella, 1a profundidad de unos ojos que parecieran mirar en el vacío, sin expresar emoción ni sentimientos, huecos por dentro para dejar pasar la interioridad del personaje que se adivina oculto tras la careta. Concebidas como formas colocadas en un espacio sin límites de tiempo, ellas tienen la intemporalidad de lo impalpable porque, aún tocándolas, no logramos reconocerlas. Ayer, hoy o mañana son nociones que escapan a la intención del artista cuando pinta figures sin rostro, con la sonrisa suave esbozada con ligeros trazos y la mirada perdida en lontananza A propósito de esto apunta el crítico de arte francas, Gastón Dielrl: “A través de las ilusiones figurativas continúa efectivamente la búsqueda de un mundo interior.

Aunque natural de Sanare, estado Lara, Armando desarrolló su carrera artística en Valencia En los años 1949 al 55 fue alumno y más tarde en 1965 profesor de la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena’ . Fue miembro de la Comisión de Artes Plásticas del Ateneo de esta ciudad y Director de Actividades Culturales de la Universidad de Carabobo a finales de los 60. Consecuente con la participación en el Salón de Arte “Arturo Michelena’ obtuvo el máximo premio en el año 1961 con el óleo “Figuré’, que representa a una mujer desnuda sentada con un vaso en la mano, de colores pasteles en los que predomina el rosado con tracas sueltos pintados al fondo que le imprimen dinamismo al cuadro. En esa obra se advierte que la mirada de la mujer se fija en el vacío y la postura quieta expresa la negación de todo deseo, la espera tranquila de un porvenir incierto, reflexión que desde ese entonces parecía inquieten al artista Más adelante incursiona Armando en las tendencias abstractas que se desarrollaron en la plástica nacional, ensayando el informalismo y los efectos cromáticos para estudiar con más detenimiento las formas geométricas y las composiciones regidas por la simetría del ángulo y del círculo.

A partir del año 1968 se residencia en Parir, ciudad que le ofrece la oportunidad de estar al lado de los grandes creadores en una época en que el Constructivismo y el Cinetismo revolucionan les artes plásticas. Sigue cursos en la Escuela del Louvre y en la Universidad de Vincennes. Participa en numerosos festivales de Arte y en exposiciones colectivas e individuales, viajando intensivamente de uno a otro país, siempre con un pie en Venezuela y otro en Parir, para mostrar su producción artística que nutre continuamente con nuevas búsquedas emprendidas con sentido humanista, por lo que no abandona la figuración pese a su inclinación por la pintura abstracto geométrica. Armando ha recibido numerosos reconocimientos, tanto nacionales como internacionales, entre los que destaca el “Premio Montecarlo” en el XVI Cuan Premio Internacional de Arte Contemporáneo, Principado de Mónaco, que le entregó el Príncipe Rainer III en el año 1982.

Formas geométricas encuadradas perfectamente dentro de la bidimensionalidad del cuadro, las máscaras de Armando Pérez están suspendidas en el espacio sin escaparse de él para atrapar la atención del espectador que las mira a la distancia, tratando de descifrar el enigma de su sonrisa plácida que, a decir de los críticos, encierra sin embargo una gran soledad. Incertidumbre del ocaso de un siglo, pérdida de la identidad ante la masificación que trata de unificar los hábitos y los gustos imponiendo un patrón común. Figuras sin rostro que avanzan moviendo las piernas y los brazos trazados con volúmenes precisos que se salen de un plano para meterse en el otro como un recurso pictórico que Armando utiliza para impartir el movimiento. Lo figurativo le da calidez a la obra, lo geométrico la desnaturaliza.

Afincando un color, aclarando el otro, disolviendo las tonalidades, entiendo pigmentos para luego diluirlos en expresivos contrastes logra el pintor las sugestivas transparencias que le dan la nota lírica a sus figuras, en las que el paisaje se manifiesta en un segundo plano en la geometría en que divide el espacio pictórico. A veces es apenas una referencia lejana en la que aparecen unas nubes, un cielo y algo que se asemeja a unas montañas. Más que el paisaje le atrae la forma humana despersonalizada en el anonimato de un rostro oculto tras la careta o de un cuerpo sin cara, ensanchado en el vientre y en los muslos. En las máscaras se aprecia mejor la precisión de la línea, la división del cuadro en parcelas que se entrecruce Contraste, color, ritmo, armonía construida con planos y volúmenes conforman la producción artística de Armando que fluye de su particular manera de explorar el universo de las formas, símbolo de lo aparente, reflejo de una angustia vital traducida en la imaginería fantástica que puebla su mundo, al que nos permite acceder en cada nueva exposición.

Publicado en El Carabobeño el día 25-07-97

08 julio 1997

Flor Gornés y Gallegos




Flor Gornés y Gallegos representa lo más genuino de la cultura carabobeña en las letras, en la música, en las bellas artes. Sutil como la fragancia de las flores, su porte es tan delicado como lo es su persona, de apariencia frágil y firme voluntad. Como las espigas que desprenden los granos fecundantes, Flor riega las semillas que germinan en versos y notas musicales inspiradoras de la fantasía. Valenciana nata de raigambre afincada en este suelo, nos dice que desde pequeña sintió la atracción por el arte, hasta el punto que se inscribió muy joven en el Ateneo y fue tal su entusiasmo con la institución, que llegó a ser Presidenta en el año 1956, sucediendo en el cargo a Gloria Escalona de Aguilem. Durante su gestión se realizó la primera exposición retrospectiva del pintor Antonio Herrera Toro y Luis Guevara Moreno obtuvo el Premio Michelena con la obra “Vencedoras”. Al referirse a su administración, nos comenta con orgullo que entrego el Ateneo sin déficit, con Bs. 5.OOO,oo en caja, que para la época fue un récord.



En la quietud de su casa conversamos agradablemente. Ella me muestra las carpetas que guarda con recortes de prensa, fotografías a informaciones en las que aparecen tantos personajes inolvidables de la Valencia de ayer y de hoy, compañeros de juntas directivas en la Asociación de Escritores, de la cual fue fundadora y presidenta, Secretaria de la Asociación Amigos de la Música, fundada por ese gran melómano, hoy desaparecido, que fue Werner Lange, en la Asociación de Autores y Compositores, en la Sociedad Bolivariana, en el Ateneo de Valencia y en tantas otras agrupaciones cívico‑culturales a las que ha pertenecido, colaborando con desprendimiento en su progreso. Solo una persona muy ordenada, como ella misma dice ser, puede cuidar tan celosamente esos álbumes de los sucesos mas gratos, los que dejaron los surcos por los que transitaron  notables valencianos: José Rafael Pocaterra, Luis Taborda, María Clemencia Camarán, Alfredo Celis Pérez, Rafael Saturno Guerra, Felipe Herrera Vial, Manuel Feo La Cruz, Enrique Tejera, Luis Blanco Gásperi, Margot Ramírez Travieso, Lita Guerra y tantos otros más que surgen de las páginas de esas carpetas de Flor, haciéndome pensar que ella rescato para la historia valenciana un trozo muy querido. Al igual que los ensayos, intervenciones y charlas de su libro “Pensamiento Vivo”, eso también es crónica viviente extraída con el más puro sentir regionalista.

Le pregunto que diferencia nota entre la Valencia de años atrás y la actual y me contesta que antes había más familiaridad, todos se conocían y la sociabilidad fluía de forma natural, había también tiempo para todo, hasta para poner en orden las carpetas. Hoy es una permanente carrera contra el tiempo. La industrialización de la ciudad acabo con el estilo de vida familiar de antes, al llegar gente de otras partes y aumentar la población. La actividad cultural de la ciudad ha cambiado también, aunque es preciso reconocer que continua siendo variada y frecuente. Asiste a menudo a los conciertos, exposiciones de pintura, foros y coloquios literarios en el Ateneo, el Teatro Municipal, la Casa Páez, el Centro de Historia y la Galería Universitaria, atenta siempre a todas esas manifestaciones que reclaman un publico selecto, conocedora del lenguaje de las antes, iniciada en el estudio de los signos, los colores y las notas musicales. Ha publicado libros de Poesía y de Prosa y ha sido colaboradora de El Carabobeño con su columna “Voces de la Valencianidad”.

La música ha sido su pasión favorita. Desde jovencita estudio bandolín y piano y más tarde teoría, Armonía y Composición con el profesor Julio Bando. En total sus estudios de música fueron 15 años egresando de la Escuela “Sebastián Echeverria Lozano”, para más tarde ser profesora de Teoría de la Música en esa misma escuela y en la de Folklore “Benito Galanaga’ enseñó Teoría, Solfeo y Canto por muchos años, hasta el punto que con motivo de su jubilación y del 33 Aniversario de esa Escuela, le dieron su nombre a la Cátedra de Teoría y Solfeo. Formó parte de la Asociación del Bel Canto que se Am& en Valencia en los años sesenta, interpretando arias de opera en diferentes escenarios. Fue también integrante del Odeón Valencia, dirigido por el profesor Bando, el cual llegó a ser el primero de Venezuela, con actuaciones en todo el país, de las que recuerda particularmente la primera interpretación nacional del Requiem de Mozart. Estuvo igualmente en el Coro de los Madrigalistas de Valencia y en el Orfeón Universitario. Actualmente Flor es dama salesiana y continúa siendo pura espiritualidad, llena de altos ideales y de vocación artística. El mundo de la cultura ha llenado su vida de tal manera que no vacila en decir que, si volviera a nacer, le gustaría hacer la misma vida, solo con un poco más de experiencia.

Pienso que Valencia ha ganado mucho con la siembra de esas semillas que Flor ha desgranado de su más profundo sentir carabobeño.

Publicado en El Carabobeño el 8/07/97