El que conozca la Semana Santa en Sevilla debe saber también que en Guatemala se celebra cada año, al comenzar el tiempo de Cuaresma, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús siguiendo los mismos rituales de la rica herencia española, promovidos por las autoridades religiosas, las hermandades y las cofradías de fieles. Esa conmemoración católica escenificada en el pequeño país centroamericano combina el fasto solemne de la celebración andaluza con la vistosidad de las etnias indígenas asimiladas a la Evangelización llevada a cabo por los padres franciscanos desde el año l547.
Dos vertientes culturales se unen en una manifestación de fervor religioso hecha pública durante todos esos días sacros, en los que el pueblo guatemalteco y los miles de turistas se vuelcan a las calles para ver pasar las “andas” llevando las imágenes que cargan los penitentes vestidos con túnicas moradas y cucuruchos en la cabeza, precedidas por los músicos al ritmo de los redoblantes y caminando sobre las espléndidas alfombras de flores, pino y aserrín elaboradas especialmente para la ocasión. Del Suplemento Cultural del diario La Hora de fecha l9 de Abril del 2000, que reunió a las más prestigiosas firmas de guatemaltecos estudiosos de las tradiciones populares y de la historia del arte, extraigo algunas citas bien documentadas sobre esta temática tan significativa, para dar a comprender esta celebración de la Cristiandad hispanoamericana, agregándole mis impresiones del impacto visual y emocional que sentí al presenciar tan magnífica demostración exterior de la fe en el Redentor, exhibida durante esa Semana Santa del fin de un milenio y principio del otro.
“Ante tus ojos desfilarán las Cofradías pasionales en perfecto orden, con sus tercios de granaderos, penitentes ricamente ataviados, comisarios y cofrades, soldados romanos, orquestas y bandas de música, bellas imágenes de gran gusto artístico talladas por famosos escultores, vistosos y majestuosos tronos de gran belleza adornados con claveles, florecillas, rosas, acacias, camelias y alelíes, iluminados por millares de bombillas eléctricas sabiamente dispuestas cuyos torrentes de luz se quiebran en la cristalería de los tronos, se reflejan en las barnizadas armaduras de los soldados romanos y brillan en la policromía de las sedas, rasos, terciopelos y auríferos bordados de las túnicas de las imágenes. Es todo un pintoresco y sugestivo cuadro, sobre el que flotan las armoniosas melodías de las bandas, las místicas estrofas de rítmicos redobles de las cajas y tambores, las cadenciosas marchas de judíos y granaderos y el imponente sonido de las cometas de los piquetes”.
Las imágenes son magníficas obras de arte elevadas durante todo el año en los altares de las iglesias, originarias algunas de la Madre Patria, talladas otras por los maestros españoles que formaron escuela en tiempos de la colonia y escultores y pintores anónimos de gran fuerza expresiva. Una de las más extraordinarias tallas de la América Latina es la de Jesús de la Merced, de autor anónimo, probablemente del siglo XVIII, la cual es procesionada los días Martes Santo y Viernes Santo. Cuenta la tradición “que es la imagen que más se asemeja a Jesús en la tierra”. La de Jesús Nazareno de los Milagros es una hermosísima talla del s. XVII. La Virgen Dolorosa de la Santa Cruz es una escultura barroca del s. XVIII conmovedora en su plenitud de Madre sufriente. También las marchas fúnebres ponen el toque de nostalgia y profundo dolor a los cortejos procesionales. “Los clarinetes y las flautas intervienen en la filigrana de la melodía clave. Hay que destacar el paso, ritmo y dinámica de la marcha, marcado especialmente por el redoblante, el bombo y los platillos”.
En Antigua, que fuera Capital del Reino ciudad de Santiago de los Caballeros desde su fundación en l543 hasta l776 y en la que es hoy la ciudad capital Guatemala de la Asunción, así como en Quetzaltenango, así como también en municipios y aldeas del interior, la liturgia católica sigue los pasos de Jesús durante este ciclo histórico-religioso con una devoción sembrada en tierras americanas con raíces profundas arraigadas en los valores colectivos del mestizaje criollo. Se llaman pasos a las figuras religiosas acompañadas de sus devotos conducidas en andas o en carrozas profusamente adornadas, incluyendo los milagros o exvotos, como también lienzos, floreros y velones.
En cuanto a las alfombras, extraigo del mencionado Suplemento Cultural lo citado por el historiador Celso A. Lara Figueroa, que éstas son propias de la cultura popular guatemalteca, formando parte del llamado arte popular efímero. Su origen tiene dos fuentes: el de la época prehispánica en la que los Señores y Sacerdotes de la teocracia utilizaban alfombras de flores, de pino y de plumas de aves preciosas como el quetzal, la guacamaya y el colibrí. También la influencia española, particularmente en las Islas Canarias se elaboran alfombras desde tiempos inmemoriales.
La Semana Santa constituye el eje central de la identidad de la sociedad guatemalteca, en la que la tradición y el fervor religioso se acrecienta y de esta manera vive la devoción de las multitudes. Antropología cultural, sincretismo religioso, cumplimiento de promesas por agradecimiento o por favores por pedir, elevación espiritual, actos de fe de carácter ritual, inspiración para poetas, escritores y artistas. Todo eso es la Semana Santa en Guatemala, síntesis de una celebración que año tras año refuerza la fe en el Redentor.
El Carabobeño, 04-2000
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