Una vez que pasó la celebración de la Navidad con la fiesta de los Reyes Magos, comenzaron a guardarse los adornos que cuelgan de los arbolitos, lazos, flores, coronas y pinos vuelven al encierro de los armarios para que las personas retomen el ritmo cotidiano de la vida y la tiendas y quincallas guardan la mercancía navideña paca darle puesto en los estantes a las de uso corriente, retirando hasta el próximo mes de Diciembre los artificios decorativos que han hecho de esa festividad un símbolo comercial más que la conmemoración de un grandioso acontecimiento para la Cristiandad.
Las figuras del nacimiento con el hermoso Niño Jesús tendido en lecho de paja, al lado de San José y la Virgen María, son religiosamente encerradas en las cajas en las que dormirán hasta despertar 12 meses más tarde para celebrar un nuevo aniversario de la Natividad. . Han pasado 2000 años desde que el Niño Dios vino al mundo para enseñamos la lección del amor y la festividad no languidece, sino que es propicia para los regalos, la unión de las familias y la alegría de los corazones. Postrimerías de un siglo y de un milenio y principio de otro. Es el paso del tiempo que transcurre arrastrándonos hacia un devenir cuyo significado la Navidad glorifica como un alumbramiento.
Muchos sucesos ocurrieron en este transcurrir de la historia y la humanidad sigue su paso ascendente hacia el porvenir. Los que tuvimos la fortuna de presenciar el cambio trascendental de este fin de milenio, no pudimos dejar de comentar lo lejano que nos parecía años atrás la fecha a la que acabamos de arribar y, sin embargo, aquí estamos situados ante nuestra propia realidad, mucho más conscientes ahora que antes de un universo en continua transformación que se expande hacia el infinito, en el cual nosotros somos sólo una ínfima partícula que tan pronto aparecemos como desaparecemos, chispas encendidas de un mundo que late al compás del sentir colectivo.
Los fanáticos de todas las épocas vaticinaban que la tierra se acabaría antes del año 2000. Catástrofes naturales, lluvia, fuego, guerras y enfermedades arrasarían con todo vestigio de vida en el planeta. Era el castigo divino por los pecados de los hombres, tal como ocurrió con el diluvio universal en el principio de los tiempos bíblicos. Nada de eso ocurrió a nivel planetario, pero sí múltiples desgracias asolaron la tierra en uno y otro rincón de la geografía, los años pasaron con su recuento de hechos conmovedores unos, trágicos otros, nacimientos, muertes, surgimiento de nuevos liderazgos, presidentes destituidos y electos, acuerdos y convenios internacionales, sucesos que entraron a formar parte de la cronología de la historia y de los cambios que son la consecuencia espontánea de las acciones humanas y de los movimientos geológicos.
En Venezuela se produjo un viraje en el modelo político impuesto por el presidente Hugo Chávez. Tres elecciones posteriores a la de su ascenso a Miraflores consolidaron su mandato constitucional en el año que acaba de concluir y una más está por afianzarlo en los próximos meses, comicios pospuestos obligatoriamente por causa de las pérdidas que tuvo la nación con las inundaciones del estado Vargas. Por obra y gracia de la Constitución que él impuso, nuestro país pasó a llamarse República Bolivariana de Venezuela y los militares entraron a formar parte de los cenáculos del poder constituido. El cambio de nombre es más bien perjudicial para el país, puesto que el sentimiento bolivariano lo llevamos por dentro y los gastos que va a ocasionar el capricho del Presidente los tendremos que pagar todos con mayor empobrecimiento y más trabas burocráticas. La arbitrariedad que es enemiga de la legalidad parece ser la conducta dominante del nuevo gobierno, lo que nos hace pensar que vamos a tener más de lo mismo y el pueblo va a seguir transitando por la descomposición social.
La Navidad entre nosotros este año estuvo opacada por la tristeza de lo ocurrido en el litoral central. Atribuir a la ira divina la tragedia de las inundaciones que acabaron con tantas vidas, casas y bienes, desalojando a miles de personas de sus hogares, sería creer que la imposición de un castigo tremendo cayó sobre quienes no lo merecían, pobres victimas del desorden urbanístico que desde hace mucho tiempo ha violado todas las normas de planificación, construyendo en los cerros, pendientes y cauces de agua, sobrepoblando los terrenos y abusando del medio ambiente. Dios no puede, en ningún caso, ser tan injusto con quienes no han sido los culpables de tales desatinos. Pero si de algo estamos ciertos es que el triunfo del SI que aprobó la Constitución Bolivariana el 15 de Diciembre pasado, fue opacado por la magnitud de la tragedia El presidente Chávez se vistió de luto al anunciar la victoria y la alegría que pudo haber sentido se convirtió en un grito de llanto y dolor. Retar a la naturaleza suele ser peligroso si la soberbia domina la pasión del mando.
Publicado en El Carabobeño el día 14-01-2001