En el esquema planteado por el actual gobierno de privatizar y descentralizar los organismos públicos para descargar costos y mejorar su operatividad, el propuesto por la Fundación Aeropuerto “El Cabriales” es uno de los más claros, por cuanto representa una forma de co-gestión entre el Aeroclub Valencia, el Ministerio de Transporte y Comunicaciones, la Gobernación de Carabobo, la Asamblea Legislativa y el Concejo Municipal, en la que los miembros del Aeroclub han dinamizado una gestión cuya materia dominan, puesto que en gran parte han sido ellos lo impulsadores de la aviación comercial e internacional en esta capital, contando con el respaldo de los gobiernos nacional y regional que han acometido las obras de infraestructura, por lo que aspiran a continuar contribuyendo con la consolidación de un aeropuerto eficiente a través de esta novedosa figura de empresa mixta, representada en una fundación sin fines de lucro, para administrar y mantener el aeropuerto en sus áreas externas e internas, no así en su aspecto estratégico ni en lo que corresponde a pistas, balizaje, torre de control y seguridad y defensa que, por su misma naturaleza, son compromiso del Estado.
Para hacer un poco de historia, en el año 1981 el Aeropuerto de Valencia fue declarado internacional luego de una solicitud hecha por la directiva del Aeroclub Valencia, presidida para la fecha por el Ing. León Topel Carriles, quien por cuarta vez ocupa la presidencia de la institución. Después de ser inaugurada la pista por el MT, se abrió el tráfico aéreo para líneas comerciales, aterrizando por primera vez en nuestro suelo un DC-9 de Avensa. Poco después, el Aeroclub hizo la petición de la instalación de la aduana aérea, con el fin de descongestionar el aeropuerto de Maiquetía, anticipándose a la descentralización de empresas públicas que hoy es una necesidad impostergable para que las regiones del interior puedan verse atendidas con mayor eficiencia. En 1982, una vez puesta en funcionamiento la aduana, despegó desde Valencia el primer avión hacia Curazao, una pequeña avioneta Cesna que marcó fecha en la aviación carabobeña.
Lo demás es historia reciente y es de esperar que, si la década de los ochenta fue el inicio de los vuelos comerciales e internacionales en esta ciudad, la de los noventa deberá ser el de la privatización y descentralización de los aeropuertos, que no tienen por qué continuar siendo dirigidos desde Caracas, ya que el centralismo agobia a los estados con su pesada carga burocrática y el desarraigo natural que imponen la distancias político-territoriales. La co-gestión es una forma interesante en nuestro país para llevar adelante los asuntos colectivos, con la participación de los entes públicos regionales y los usuarios como colaboradores directos en asuntos que son de su uso, ya que los recursos del Estado son cada día más limitados y eso justifica la deficiente prestación de los servicios públicos.
Aún cuando el gobierno adelanta las obras del Aeropuerto de Valencia con una pasmosa lentitud que ya sobrepasó los ocho años, al terminal provisional que fue construido para dar atención a las líneas aéreas que operan desde allí lo asiste la Asociación Civil Aeroclub Valencia en terrenos que son la mitad de su propiedad y la mitad del IAN. Lo han hecho y lo continúan haciendo porque se sienten participantes de una obra de tanta significación para esta ciudad y porque consideran que su situación es muy particular, por cuanto el Aeropuerto nació y ha despegado desde sus predios, ha sido impulsado por sus miembros y han encontrado hasta el presente eco en las administraciones regionales y nacionales que han ejecutado los trabajos de ampliación y nuevas instalaciones. Hasta el agua que consume el Aeropuerto es costeada por el Aeroclub y la mayor parte de los servicios que allí se prestan los brinda esa institución.
La Fundación nació como una forma de legalizar una situación que de hecho ya existe, puesto que es la Asociación de Pilotos Civiles la que ha venido ejerciendo la administración y mantenimiento del puerto aéreo desde sus inicios, hace 44 años, cuando Valencia ni siquiera contaba con vuelos comerciales ni mucho menos internacionales. La idea surgió como una necesidad de impulsar el progreso del Aeropuerto y de administrarlo regionalmente, ya que el Estado ha sido lento en la agilización de las obras por falta de recursos económicos, técnicos y humanos, ante el auge desmesurado que ha tomado la aviación comercial en Valencia en los últimos años, motorizada por los grupos que han estado más cerca del área de la influencia que ésa ofrece en las comunicaciones y en los intercambios económicos, sociales y turísticos, vista la necesidad de que esta capital cuente con una infraestructura aérea cónsona con su adelanto industrial, por su excelente ubicación geográfica en el centro-norte del país y por ser capital del segundo puerto más importante nacionalmente.
Lo inexplicable de la situación planteada es la actitud asumida por el Ministerio de Transporte y Comunicaciones que, que una manera unilateral, procedió a suspender el cobro de la tasa aeroportuaria que había estipulado la Fundación “El Cabriales” para ayudar a sostener los gastos del terminal provisional, por el que circulan diariamente 2.000 personas a las que hay que ofrecerles cierto margen de comodidades, que no se les están dando por falta de recursos. La conducta adoptada por el Ministro de Transporte y Comunicaciones de no responder las llamadas telefónicas, ni las cartas o telegramas enviados para sentarse a conversar sobre el asunto, es una demostración de indiferencia hacia algo que está afectando a mucha gente. En una carta dirigida al Presidente de la República para plantearle el asunto, éste manifestó su interés en la agilización de la situación. No existe una razón lógica para entender qué ha pasado para dejar algo, que comenzó a marchar con buen pie, paralizado porque uno de sus miembros se niega a escuchar.
Valencia, publicado en “El Carabobeño” el 30-07-1990.
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