El cronista de Valencia, Guillermo Mujica Sevilla, en articulo publicado en este medio “Valencia la ciudad de los escombros” manifiesta su preocupación por la sistemática destrucción a que ha sido sometido el casco urbano de la ciudad con el derribo de casas y construcciones antiguas, los terrenos abandonados, los antiestéticos postes de luz con los cableados colgantes, los buhoneros, autobuses y suciedad. Un cuadro demoledor para una ciudad de tradición histórica y cultural. Cita Mujica Sevilla la acción ejemplarizante que en el sentido de lograr la conservación del centro de Montalbán anima la cronista de esa población, Mary Acuña Parra, haciendo valer la Ordenanza Municipal de una manera categórica. la ley en este sentido es mas fuerte que la espada cuando se le aplica con vigor.
Es por tanto que el slogan “Rescatemos a Valencia”, diseñado por la Alcaldía para demostrar públicamente que se capa del mantenimiento de la ciudad, debería ser utilizado, sin parapetos es letreros. para detener ordenanzas que hagan cumplir, la destrucción de la zona colonial, suspendiendo de una vez por todas el otorgamiento de los permisos que ve dan para derribar casas viejas con el fin de construir en esos terrenos en esos terrenos edificios modernos que rompen con la fisonomía de la ciudad antigua o, peor aún, dejarlos como tierra de engorde para futuros desarrollos, mientras el centro de la urbe se desmorona a pedazos y va perdiendo todo vestigio de su pasado.
En el centro de Valencia, como el de casi todas las ciudades de Venezuela, es una representación de los viejos pueblos españoles, con el trazado cuadrangular de las calles estrechas hechas para los vehículos de tracción animal, sin imaginar que en el futuro las recorrerían esos enormes autobuses ruidosos y contaminantes, que rompen el pavimento, trancan el trafico y ensucian el ambiente. La Plaza Bolívar es el corazón de la ciudad. Antiguamente la Plaza Mayor era el sitio del pueblo para las tertulias y los corrillos políticos, al frente de la Catedral y del Ayuntamiento.
En los escenarios de la Plaza mayor de Caracas, hoy Plaza Bolívar, se gesto nuestra independencia. La de Valencia continua siendo centro de los actos trascendentales de nuestra nacionalidad. Solo que la sede del Ayuntamiento ya no esta en su lugar original porque fue derribada con la complicidad de ediles en función de intereses mercantilistas, desgarrando con ello el corazón de la ciudad. Es posible que la estatua del padre de la Patria, debe lo alto del Monolito, derrame una lagrima o fuerza una mueca de ironía cada vez que los vasallos de la política le ofrezcan coronas, a la vez que hacen pactos insinceros con los ideales patrios. La construcción del tipo de vivienda colonial española ya no se hace. No se justifica ese estilo en estos tiempos. Las que tenemos con sus muros de mampostería y sus ventanales de hierro formando fachadas rectas algunas todavía con sus techos de caña brava y sus aleros de tejas, los zaguanes y los patios internos son parte de nuestro patrimonio histórico y representan nuestra identidad. Ellas son el reflejo de una época, de un modo de vivir, de unas costumbres lejanas en el tiempo, portadoras de una herencia común formada en el crisol del cruce de dos razas. Su conservación es necesaria para mantener su memoria, imaginando el tiempo pasado a recorrer las calles y tocar sus paredes, trayendo a nuestra mente esos relatos que leímos en los libros de escuela y mas tarde continuamos repasando con pasión nacionalista.
Ciudades como Coro o Carora han hecho de sus zonas coloniales museos vivientes, respetando la zonificación y el uso, no permitiendo construcciones que rompan la armonía n alteren la arquitectura de la época. Calles empedradas, casas bien mantenidas, museos, centros históricos y culturales son elementos apropiados para dejar espacio a la contemplación y la reflexión, alejados del bullir de la urbe que progresa hacia sus cuatro puntos cardinales, dejando su centro vital intacto. Los que hayan visitado la isla de Puerto Rico habrán visto como, aun cuando ese país ya no es soberano, puesto que paso a ser un Estado Libre Asociado de los Estados unidos de Norteamérica, conserva sin embargo su centro colonial bien retocado y es incluso un atractivo para los turistas y una reliquia para los nativos.
No es detener el avance de una ciudad, ni una acción reñida con la modernidad, pedir que lo antiguo se conserve, en tanto represente un patrimonio histórico cultural. Como los viejos árboles que forman anillos con céntricos a medida que maduran y ellos son los signos inequívocos de su edad. Las ciudades deben crecer a partir de su centro sin dañarlo, guardando en ello los signos que alientan el porvenir.
Nos hemos acostumbrado a pensar en términos económicos o prácticos y pareciera que el valor comercial de la tierra puede ser mas que otras consideraciones de tipo patriótico, espiritual o sentimental. Por eso los centros urbanos de nuestras principales ciudades han perdido su encanto natural y se han transformado en urbes modernas, sin identidad cultural, en las que la tradición se diluye con la transculturización de que han sido objeto.
Publicado en El Carabobeño el 24-04-94
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