18 abril 1994

En el museo Nacional de Lima



Una corta visita al Museo Nacional de la ciudad de Lima en el año 1991 nos mostró la imponente cultura que floreció en el Perú por espacio de tres siglos antes de la llegada de los conquistadores españoles, para sucumbir a otra forma de civilización occidental, que es la que predomina hoy, con  un alto componente indígena obligado a integrarse por la fuerza a un destino histórico que fue violento, con la sangre derramada en las guerras de la Conquista y que cambió el curso de los hombres de tez cobriza que poblaron el suelo americano desde la era pre-cristiana, siendo los señores absolutos de la tierra que se disputaban con otras semejantes en cuanto a conformación étnica y creencias ancestrales.

Geográficamente ubicado en la parte centro occidental de América del Sur, con su larga costa en el Océano Pacifico, Perú fue la cuna de una de las grandes civilizaciones indoamericanas que se remontan a 5.000 años antes de Cristo cuando las migraciones asiáticas llegaron a América. Las culturas Chavin (1.500 A.C. 400 A.C. ) y Mochica (200 A.C. – 700 D.C.), entre otras, dejaron restos arqueológicos con los que muestran grandes adelantos en la agricultura, arquitectura e ingeniería. En el museo se aprecian interesantísimas piezas de orfebrería, tejidos, cerámica y objetos ornamentales para la vestimenta y el uso doméstico del trabajo.

En el s XI, D.C., los incas bajaron a las regiones costeras y sometieron el poder del reino Chimú, estableciendo un imperio que controló un territorio de aproximadamente dos millones de kilómetros cuadrados, desde Pasto, Colombia hasta Argentina y Chile. El Inca gobernaba por orden divina y su gran organización en castas lo mantuvo unido por varios siglos, hasta que, coincidiendo con la llegada de los conquistadores españoles en 1532, Francisco Pizarro, tras una violenta batalla, logró capturar a Atahualpa y dominar a los divinos hijos del Sol. La ciudad de Cuzco, capital del imperio Inca, fue dominada y Pizarro fundó la nueva capitel en Lima, que se llamó la Ciudad de los Reyes.

A partir de entonces, una civilización suplantó a la otra lo que ha sido considerado una barbarie por la violencia con que se impuso, puesto que las culturas indígenas arraigadas territorio americano tenían adelantos significativos en el orden social, político y religioso, acabando la Conquista y la Colonia con toda esa organización, convirtiendo a los primitivos pobladores en servidores de los nuevos señores europeos, disolviendo sus creencias y costumbres.

Restos de esa civilización y relatos históricos Pueden apreciarse en el Museo de la Nación de Lima. Las piezas arqueológicas de todas esas vastas culturas indoamericanas invitan a los visitantes a detenerse y mirar hacia atrás, para palpar mejor que los orígenes de nuestros pueblos que provienen de migraciones del Asia, todavía visibles en los rasgos faciales y corporales que años de civilización europea no han logrado disipar,  ni integrarse del todo el mestizaje en las regiones en donde florecieron las culturas maya, azteca, o inca, puesto que es en ésas particularmente en donde los indios se mantienen todavía como etnias separadas, conservando sus tradiciones, hasta en el modo de vestir y en la manera aislada de convivir con el poder dominante.

La centralización política del imperio Inca hizo fácil la sustitución de una clase dominante por otra. Los chamanes, guerreros y doncellas indias fueron suplantados por los sacerdotes, soldados y mujeres blancas, acabándose las mitologías para dejar que los hechos históricos se encargasen de narrar los sucesos. El régimen de encomiendas y reparticiones sometió a los indígenas al trabajo servil. El idioma español desplazó al quechua y la Cruz marcó la nueva religión que comenzó a oficiarse en la Plaza Mayor, al lado del Ayuntamiento. Encuentro de dos mundos, o choque d culturas, a partir de 1532 devino otra forma de civilización.

Con todo el progreso que la Corona Española impuso en tierra peruana, publicando las Leyes Nuevas para acabar con la explotación indígena y asentando el Virreinato que dejó esa impresionante monumentalidad arquitectónica y artística representada en las iglesias, los conventos y los palacios de gobierno, cabe preguntarse si en lugar de conquistas y colonización no hubiera sido mejor la asimilación pacífica de las razas, puesto que la riqueza cultural de los pueblos se solidifica tras largos años de ensayos civilizadores y destruirla con guerras es retroceder en el tiempo, acabando con la herencia por los fundadores de esas grandes civilizaciones precolombinas, hoy en convertidas en meras piezas de museos.

Lo demás es historia reciente ligada toda al porvenir hispanoamericano. Los levantamientos indígenas que hoy vemos resurgir como protestas políticas en las regiones en las que esos conglomerados humanos, diferenciados étnicamente, se mantienen todavía en condiciones de marginalidad y pobreza, son el desafío de dos culturas que no han logrado aún su total integración.

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