22 abril 1998

Semana Santa o profana



La Semana Santa es tiempo de luto, de meditación sobre el misterio divino de un Dios hecho hombre para redimir a la Humanidad de sus pecados. El culto católico conmemora los días de Semana Santa con la solemnidad propia del caso, significando el Vía Crucis el camino del Calvario que recorrió Jesucristo con la cruz a cuestas para entregar su vida por los hombres, lo que significa la esencia misma del Cristianismo.

Le religión católica centra en la Semana Santa el motivo fundamental de su doctrina, aceptando los preceptos que dispone la Iglesia, entre ellos la celebración de los actos litúrgicos el Jueves y Viernes Santo. El hecho de que esos días hayan sido declarados de asueto, representa la aceptación oficial de que Venezuela es un país católico. Años atrás, cuando el fervor religioso del pueblo se manifestaba en el recogimiento de los días santos, la gente se congregaba en los templos, participaba en las procesiones y ayunaba.

Por una distorsión incomprensible, a no ser por las enormes contradicciones que han llegado a afectar a nuestra sociedad tan seriamente como para producir la crisis que hoy vivimos, la Semana Santa se ha convertido en Venezuela en un motivo más para no trabajar, ni para estudiar, desatándose en esos días una movilización humana de tal magnitud que muchos de los recursos de los estados tienen que ponerse a disposición de ese intenso trajinar de gente. Es como si el país se voltease por entero, yéndose cada quién a un sitio diferente de donde está, dejando las ciudades desiertas y prácticamente paralizadas en su actividad laboral. Las fábricas paralizan su producción, cierran las oficinas, los bancos, los centros de servicio y todos hacen planes para salir.

Desde el Viernes del Concilio, las escuelas dan vacaciones y, para no tener a los muchachos ociosos en la casa, los padres tienen que llevarlos a alguna parte. La administración pública y privada también suspende el trabajo y la publicidad comercial comienza a bombardear por los medios de comunicación las ofertas de la Semana Santa, ofreciendo promociones turísticas de todo tipo para el disfrute de los sitios de recreación, haciendo que el ambiente se tome propicio para la diversión más que para la obligación. Evadir la realidad es más fácil que profundizar en el significado del deber cumplido. Toma tu cruz y sígueme exige sacrificios que nuestra época sumida en el materialismo encuentra difícil de observar. Si bien el Jueves y Viernes Santo son los únicos días libres para el culto católico, el motivo ha servido para que las prácticas religiosas se cumplan en su mínima expresión y más bien se de rienda suelta al escapismo.

En esos días de asueto, la Guardia Nacional, la Dirección de Tránsito Terrestre, los cuerpos policiales, los bomberos, el MTC, la Disip y Defensa Civil hacen gala de una demostración de eficiencia tal que bien quisiéramos que se ejerciera todo el año, puesto que así no tendríamos ese triste saldo rojo de accidentes, atracos y violaciones a la ley que a diario ocurren en nuestros pueblos y ciudades, sin que las autoridades pertinentes se pongan de acuerdo para prevenirlas. Los operativos de tránsito y seguridad son efectivos cuando atienden a los ciudadanos plenamente, siendo insólito que se movilicen hacia las carreteras y caminos, mientras que en las ciudades los pocos que se quedan estén desasistidos a merced del hampa, con las clínicas y hospitales trabajando a media capacidad y las autoridades aprovechando el tiempo libre para huir de sus obligaciones.

El motivo religioso de la Semana Santa se ha deformado hasta tal punto que, fuera de los templos, la conmemoración se ha vuelto más pagana que cristiana y si muchas familias se reúnen en esos dios de una manera sana, como es cierto que así lo hacen y otras aprovechan para tomar un merecido descanso, también es verdad que el asueto es un pretexto más para suspender el trabajo y las tareas escolares. En tiempos de crisis como los que vivimos, esta situación es grave, pues aparte de que la moral se relaja con tanta francachela y excesos alcohólicos que aumentan en las temporadas de los llamados puentes de fin de semana, también la conducta del venezolano se debilita por falta de exigencias. Como bien lo dijo el Arzobispo de Valencia, Jorge Urosa Savino: ese no es el camino de la prosperidad. Creo que debe ponerse coto a esa flojera, que aprovecha cualquier oportunidad para alargar los días de descanso.

Sería menester que la Iglesia venezolana reflexionara sobre estos puntos y haga ver al gobierno la necesidad de que no se suspenda la actividad laboral ni escolar en los días santos. No puede hablarse de Semana Santa en una fecha en que se está más pendiente de comprar el traje de baño y la tienda de campaña, o el boleto del avión o del autobús, que de programar las visitas a los templos. Un país que se respete no debe paralizar todas sus actividades en las ciudades principales, para irse a las playas y a las sabanas durante cinco días continuos, porque dos mil años atrás Cristo crucificado murió por nosotros.

Entre tanto, el país pierde enormes recursos económicos que el aparato productivo tiene que pagar por mantener el ocio y el despilfarro de una costumbre que ya se torna insoportable por lo que se ha abusado de ella. La cultura de un país se mide por sus tradiciones arraigadas firmemente en el ánimo colectivo y si la fe del venezolano es esencialmente cristiana, debería reflexionar también sobre este punto, para no continuar profanando los días Jueves y Viernes Santo con temporadas de vacaciones bien alejadas del verdadero sentido religioso.

Publicado en El Carabobeño el día 22-04-98

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