25 mayo 1998

El dinero vale todo



A nadie se le ocurriría en esta época guardar su dinero en un hoyo en el jardín, tal y como hacían en el pasado cuando el dinero valía poco y las cosas eran tan baratas que el centavo y la locha eran monedas de uso común, así como  el medio, el real y el bolívar servían para, comprar la comida y para pagar los servicios, sumando cinco, diez o quince bolívares se completaban los jornales y los alquileres. La vida era mucho mas sencilla, no había lujos ni publicidad comercial, mucho menos sociedad de consumo, ni el ansia de dinero desmesurada que aguijona actualmente a mucha gente, provocada por un sistema financiero competitivo basado en el neoliberalismo económico.

Todavía en los años setenta el costo de la vida era relativamente barato. Un profesional recién graduado ganaba cinco mil bolívares y el alquiler de una casa no pasaba de veinte mil, costando su adquisición no más de doscientos mil bolívares. Comprar un carro era un asunto de cincuenta mil bolívares, cuando mucho. Eran los tiempos del dólar a 4,30 y el dinero alcanzaba para todo. Los bancos tenían su actividad y ya, por supuesto, los depósitos se habían incrementado, en la medida en que la economía comenzó a moverse y los precios, al principio tímidamente, comenzaron a dispararse En la década de los ochenta, tras la jornada del Viernes Negro, cuando el bolívar frente al dólar sufrió su primer descalabro, el dinero se descompensó dando inicio a un proceso inflacionario que sacó a la unidad monetaria del bolívar fuera de circulación, dejando a las de menor valor como piezas de museo de las que ya la gente ni se acuerda 

Es a partir de la década actual que los bancos comenzaron a ejercer su tiranía sobre el público ávido de guardar el dinero donde obtuviese mayor rendimiento, puesto que la depreciación de la moneda producto de la inflación y de la especulación financiera, ha sido tan aguda que ya los billetes de cinco mil bolívares se han quedado cortos para satisfacer medianamente la unidad de demanda de bienes y servicios, teniendo que recurrir ahora a los millones y hasta a los millardos para, cubrir los costos de cualquier operación de compra-venta.

Con un flujo de dinero tan elevado, ir al banco se convirtió en una necesidad casi diaria, así como ir a la oficina, al supermercado o a hacer cualquier otra diligencia imprescindible Descuidar el balance de las cuentas es tan grave como dejar de trabajar, pudiendo la persona descapitalizarse en poco tiempo si no está atenta a la baja de los intereses o a la cámara de compensación al efectuar sus depósitos. Por otra parte, la inseguridad personal ha hecho que nadie se atreva a tener mucho dinero guardado en la casa.

Cuando los bancos comenzaron a jugar con las tasas de interés hace unos años atrás, antes de que estallara la crisis financiera, llegando a ofrecer hasta más del 30%, aquello se convirtió en una locura colectiva, teniendo los ahorristas que buscar mayor ganancia para los depósitos. El venezolano, que no estaba acostumbrado a ahorrar, comenzó a guardar el dinero en espera de mejores beneficios, pero por otra parte, como la caída del bolívar frente al dólar fue tan abrupta, la fuga de la divisa se acentuó. Las transferencias monetarias, los depósitos, retiros, plazos fijos, participaciones, fondos mutuales y bonos quirografarios pasaron a ser operaciones de rutina, formándose largas colas ante las taquillas de las entidades bancarias

Cuando estalló la crisis financiera del 93 con la quiebra de 15 bancos y la intervención estatal por parte del gobierno de Rafael Caldera, el publico se desbocó y las largas colas se convirtieron en bandadas de gente queriendo saber el destine de su dinero. Luego vino el desvió de los millones de dólares en auxilios financieros y la huida del país de los banqueros prófugos de la justicia. Todo aquello fue como una pesadilla de la que todavía no acabamos de despertar. Pese a las declaraciones del Ministro de Hacienda, Freddy Rojas Parra, de que el sistema financiero venezolano se ha fortalecido en los últimos años, los bancos continúan dando un mal servicio y así lo demuestran las files apretadas de personas que se forman diariamente en las agencias bancarias, esperando su turno con toda la paciencia del mundo.

Las quejas de los usuarios son la falta de información y de atención al cliente, haciendo lo contrario de lo que anuncia la publicidad. Las taquillas para depositar y para cobrar son `las mismas, con el consiguiente retardo cuando la transacción es algo más que complicada. La suspensión de la línea telefónica es frecuente, lo que paraliza el servicio por un tiempo que se hace interminable cuando uno esta apurado. Estar en una cola es, un tiempo muerto que se gasta haciendo nada, parado allí sin poder distraerse en otra cosa. Generalmente no hay cambio para dar billetes de mayor o de menor valor cuando el cliente lo pide. El pago de servicios como el teléfono, la luz, el seguro social, unido al de las tarjetas de crédito, los celulares y el cobro de pensiones, jubilaciones y becas alimentarias en las entidades bancarias, junto con las operaciones cambiarías y financieras que son de su competencia, han hecho que estas estén sobrecargadas de funciones y por lo tanto estén dando en la actualidad un mal servicio. Tampoco se justifica el feriado bancario en la semana de cinco días. Los cajeros automáticos se dañan a menudo y hay numerosas denuncias de que atrapan las tarjetas.

Ojala que la nueva política de fusión de la banca extranjera con la nacional, adoptando modernas tecnologías y ampliando el capital, estableciendo el horario corrido y diversificando funciones sirva para mejorar el servicio. No es con rifas ni sorteos que se genera la confianza del publico, sino elevando el rendimiento y dándole a los usuarios el trato justo que se merecen en la prontitud y eficiencia de sus tramites económicos, para que esos espectáculos bochornosos de gente perdiendo parte de su precioso tiempo, haciendo colas para poder comer o depositar, no se sigan repitiendo, puesto que no son sino otro signo de nuestro subdesarrollo, siendo inclusive una terrible tiranía al encadenarnos con su enredada maraña de la que, por el efecto del valor del dinero en la sociedad actual, no podríamos desprendernos sin la aplicación de un sistema eficiente que lo haga funcionar.

Publicado en El Carabobeño el 25-05-98

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