Los rusos se sienten orgullosos de sus escritores y compositores, los que han enaltecido el alma nacional afirmando la profundidad de sus sentimientos en obras perdurables de la cultura universal. El monumento del genial compositor P. Tchaikovsky adorna el frente del Conservatorio de Moscú, en el que se celebra el concurso internacional dedicado a su nombre. La casa de Fedor Dostovieski es un museo que organiza eventos literarios que mantienen vivo el espíritu de quien supo interpretar magistralmente los rasgos distintivos eslavos y la memoria del más querido de los poetas rusos, A. Pushkin, se erige en magnífica estatua en una de las plazas más bellas de la capital y se conserva en el Museo de Bellas Artes. Una visita que hicimos a ese hermoso país, que para nosotros guarda algo de misterio, nos dejó una impresión digna de relatar.
Rusia sorprende por su monumentalidad que, pese a todas las guerras que ha sufrido, se conserva en buen estado. Hay un deseo manifiesto de parte del pueblo ruso de revivir las glorias del pasado y de dignificar su historia. Asombra ver cómo algunos edificios, conventos e iglesias ortodoxas, que fueron demolidas por el régimen soviético, han vuelto a levantarse por suscripción popular y fondos estatales. Entre ellos la Puerta de la Resurrección en la Plaza Roja que, si bien luce como del s. XVII, es sólo una reciente copia de la puerta que Stalin mandó a derribar en el año de 1931 para que las tropas, los tanques y la artillería desfilasen a través de la ciudad y a lo largo de la Plaza, con el fin de que los líderes soviéticos recibiesen el saludo de pie ante la tumba de Lenin.
El ejemplo más sorprendente de ese espíritu de reconstrucción nacional lo representa la Catedral de Cristo El Salvador, venerada hasta el punto de llamarla el Guardian de la Gloria Rusa, en la que el espacio interno debajo de la cúpula simboliza el centro de Moscú y de toda la nación. En el año 1931 Stalin ordenó su total destrucción para colocar en su lugar el Palacio de los Soviéticos, el cual iba a ser una torre gigantesca con una enorme estatua de Lenin. El mármol de la catedral demolida se usó en las estaciones del metro y las placas sagradas con los nombres de los santos se usaron para decorar otros edificios. La gigantesca torre nunca se construyó porque la 11 Guerra Mundial acabó con todos los planes, por lo que al caer el dictatorial régimen stalinista y librarse de los nazis, volvió la paz y la libertad. El pueblo retomó fuerzas para reconstruir la Catedral, rublo a rublo, con ayuda oficial y de la Iglesia Ortodoxa, hasta que lo logró en el año 1994. Hoy la preciosa Catedral de cúpula dorada y muros blancos domina todo Moscú.
Hay también un resurgimiento de la religión, como si los años de ateísmo en lugar de haber disminuido la fe del pueblo la hubiesen más bien encendido. La Plaza Roja, es lugar de culto continuo. Los fieles se arrodillan, se persignan, encienden velas y besan las imágenes con una devoción tal que inspira fervor, el que se aviva con el brillo del oro y los resplandecientes colores de la iconografía de la iglesia ortodoxa.
El tema del Comunismo es interrogante obligado, puesto que se impuso en la historia de la U.R.S.S. más reciente por un período de siete décadas, hasta caer por voluntad popular en el año 1989. Si bien los zares ejercieron un poder autocrático y no vislumbraron
los cambios sociales que se avecinaban con los nuevos tiempos, a la pregunta repetida si la revolución bolchevique fue necesaria, la respuesta en general fue que cuando los zares ellos estaban al nivel del 4° mundo y ahora están muy pobres y que el sacrificio del Zar Nicolás II junto con su familia fue un hecho horrible por el que el gobierno ruso ha pedido perdón. A la segunda interrogante, si fue mejor Lenin que Stalin, la respuesta fue que no es posible hacer comparaciones y que el primero fue el líder de la revolución socialista y mató a mucha gente, pero que Stalin fue un político opresor del estado militarista. A pesar del sentimiento generalizado de rechazo a la revolución comunista, algunas personas añoran la época del estado dispensador de servicios públicos gratuitos, vertical en el orden y dictatorial en el mando.
Al llegar a San Petersburgo, la ciudad que el zar Pedro I El Grande concibió en el s. XVIII para que abriese el camino a Rusia hacia el mar Báltico haciéndola capital nacional, la mirada se engalana al ver los palacios y casa señoriales alineados a lo largo del río Neva, atravesado por canales y puentes por los que pasean turistas asombrados de tanta maravilla. Después de trescientos años de fundada, resistiendo los daños de las guerras que en sucesión de hechos sangrientos asolaron todo ese inmenso territorio y el régimen comunista que se opuso a la nobleza y el lujo, la ciudad luce algo descuidada, como si una pátina de abandono hubiese apagado su antiguo esplendor. Una tenue capa de polvo cubre las fachadas de los edificios que a pesar de todo lucen espléndidos y que, para suerte de ese rico patrimonio artístico y arquitectónico, se han salvado de un progreso urbanístico que muchas veces ha sido destructor de viejas construcciones.
La burocracia rusa todavía no los hace eficientes. Hacer una reservación de hotel o tratar de cambiar un boleto de tren son aún trámites engorrosos por los que hay que pagar sobreprecio. El comercio privado está apenas comenzando y los artículos que se venden son de factura pobre. En las principales avenidas y plazas se improvisan puestos ambulantes y escasean los centros comerciales. Los jóvenes ríen y se ven despreocupados Los viejos tienen una mirada interior y lucen mucho más severos. En las calles y en el metro algunos ancianos y lisiados piden limosna, al igual que algunos niños que se acercan a solicitar algún favor. Otros grupos, como en toda Europa, son magníficos ejecutantes musicales, a los que los transeúntes recompensan con monedas y billetes de poco monto.
Se manifiesta en los ciudadanos una gran confianza hacia el presidente Wladimir Putin, hombre fuerte de la Federación Rusa que aspira superar el caos económico y en Democracia ejercer lo que él denomina la dictadura de la ley. A simple vista se siente en el pueblo un deseo que empujará a esa nación hacia un futuro para ellos lleno de esperanzas.
Publicado en El Carabobeño el día 04-08-2000
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