Según cifras estimadas, unos 4 millones de venezolanos no saben firmar, por lo que se ven obligados a estampar sus huellas digitales para identificarse. Son analfabetas porque son incapaces de descifrar el lenguaje escrito, lo que hace que, de cierta manera, sean seres primitivos que tienen un conocimiento elemental de las cosas. La distancia cultural que separa a una persona que no sabe leer ni escribir de la que sí sabe es inmensa, puesto que el universo mental se reduce al mínimo cuando el lenguaje se limita a la expresión oral.
Los intentos que se han hecho en el país para disminuir el analfabetismo, a través particularmente del programa ACUDE, han tenido resultados poco satisfactorios, ya que ha faltado la motivación y la aplicación extensiva a toda la población iletrada. Hay quienes sostienen que a los gobiernos populistas no les conviene que el pueblo se culturice, porque manteniéndolo en la ignorancia lo pueden manipular por medio del engaño y la mentira. Por otra parte, una educación dirigida hacia determinados fines políticos termina por embrutecer más a los ciudadanos, que repiten consignas patrioteras sin conocer su verdadero significado. Valga a este respecto la necesidad de estar atentos a la educación premilitar que se pretende impartir desde las escuelas bolivarianas.
La mayor parte de esos 4 millones de venezolanos que no leen ni escriben son adultos, que no se dan cuenta de lo precario de su situación, ni tratan por sus propios medios de superar la brecha que separa al ignorante del instruido, puesto que el saber es una ciencia que induce a querer conocer más, mientras que lo contrario tiende a la pasividad intelectual. A esta situación el Ministerio de Educación, desde hace varias décadas atrás hasta el presente, ha dado respuestas flojas, tanto que no se ha preocupado por llevar la enseñanza del idioma a esos compatriotas que se mantienen en un nivel de conocimiento intuitivo, apoyados en la sabiduría popular y en la sagacidad que les brinda la experiencia, pero fácilmente influenciables por los rumores y los mensajes banales de la publicidad comercial y la propaganda política, a sabiendas que van dirigidas a un público que no analiza lo que se le dice.
Si bien es cierto que los mensajes de la radio y la televisión llegan a todos los oídos, lo que ha significado un poder de penetración cultural mucho más amplio que el del intercambio verbal por la vía del diálogo, también es verdad que la comunicación audiovisual se graba menos en la memoria que lo que se lee, puesto que la lectura y la escritura requieren descifrar el alfabeto, valerse de la gramática y captar el significado de las palabras y oraciones, proceso mental mucho más complejo que el meramente auditivo y visual. El presidente Chávez, en su acostumbrado programa “Aló Presidente” y en sus largas cadenas televisadas, Apela a un lenguaje coloquial y sensiblero para captar la atención del pueblo ignorante que no sabe distinguir la diferencia entre las palabras Democracia y Autocracia, ni mucho menos comprender el verdadero papel del soberano en un sistema político legitimado por unas elecciones transparentes, sin las sombras de duda que nublaron las efectuadas el pasado 30 de Julio y toda esa enmarañada confusión de la transitoriedad de los poderes públicos que todavía pretenden que aceptemos.
Así como se estima en 4 millones la cifra de analfabetos en el país, otros tantos son ignorantes funcionales, pues si bien saben leer y escribir de una manera rudimentaria, apenas si lo ejercitan. Los libros para ellos son un adorno en los estantes y se conforman con leer entre líneas los titulares de los periódicos y revistas, deteniéndose en las páginas de deporte, farándula y avisos publicitarios. Incluso los estudiantes son poco dados a la lectura, por lo que la base intelectual del venezolano es bastante baja. Esta situación está relacionada con la deficiente educación que imparten nuestros centros de enseñanza y con la chabacanería y consumismo de la televisión comercial, más preocupada por el rating que por ofrecer programas de calidad que eleven el nivel cultural del pueblo.
Bien decía nuestro Libertador Simón Bolívar que un pueblo ignorante es instrumento de su propia destrucción. Esta afirmación alcanza un significado claro cuando nos damos cuenta que, teniendo tantos recursos, no los sabemos utilizar y que nuestro pueblo no está preparado para enfrentar el reto del desarrollo. No sólo un elevado porcentaje no sabe leer ni escribir, sino que muchos de los que si saben no se preocupan por mejorar su educación. Bastaría hacerles una prueba de Ortografía y Gramática a muchos estudiantes y adultos alfabetizados para probar su base de instrucción. Para superar esta situación, al gobierno revolucionario, mal llamado bolivariano, no se le ha ocurrido otra cosa que englobar el Ministerio de Educación junto con el de Deporte y Cultura, como para poner en ejercicio aquello del que mucho abarca poco aprieta y poder tener una excusa a la hora de no cumplir con los exigentes compromisos de esas tres disciplinas, cada una por separado.
Mientras se preparan las escuelas bolivarianas, de las que ya se anunció que faltan planteles para darle cabida a miles de niños y jóvenes que corren el riesgo de quedar al margen de la educación formal, la formación de brigadistas alfabetizadores por parte del INCE y de la Zona Educativa, apoyados por el Plan Bolívar 2000, es una noticia alentadora. Pocos programas se han hecho, o al menos poco se sabe acerca de ellos, dirigidos a los institutos públicos de enseñanza práctica para preparar a los adultos en áreas técnicas fundamentales.
El conocimiento empírico con el que muchos de nuestros trabajadores desempeñan sus labores, logrando insertarse en el mercado de trabajo con muchos tropiezos por la falta de capacitación, dice mucho acerca de su interés por aprender sin contar muchas veces con recursos ni apoyo por parte del Estado. El conocimiento es la mejor arma para avanzan hacia el progreso de un mundo cada vez más tecnificado y complejo. Superar el analfabetismo y la ignorancia no debería ser una contramarcha, sino un paso firme hacia adelante, para poder ir desde la A hasta la Z con un sentido claro de la realidad.
Publicado en El Carabobeño el 07-09-00
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