17 abril 2001

Una visita a Estambul



De todas las maravillas de Estambul, su ubicación geográfica dividida entre dos continentes, el europeo y el asiático, situada a ambos lados del Bósforo, a orillas del mar de Mármara, es tan atractiva como la dualidad histórica de haber sido la capital del imperio romano en el s. IV d.C. y posteriormente en el s. XV, con la conquista de los turcos, llegar a ser la capital del imperio otomano.

Exótica para los turistas, entrañable para los nativos, se siente uno al llegar a Estambul atrapado entre dos culturas que en Turquía coexisten, contraponiéndose sus intereses ideológicos con posturas adversas: los que quieren integrarse plenamente a la Unión Europea, pasando a ser un estado moderno y los que se mantienen aferrados a la tradición musulmana regida por las estrictas leyes del Corán, que continúan desconfiando de las costumbres liberales de los occidentales. La predominante religión islámica propaga la fe a través de la oración, repetida cinco veces al día desde los alminares de las mezquitas, cuyo eco lejano se oye desde diversos puntos de la ciudad con esa tonalidad reverencial de los cantos divinos.

Un paseo a bordo de los vaporcitos que navegan por el Bósforo permite ver a ambas orillas numerosos núcleos habitados, así como antiguos castillos, palacios y fortificaciones, en tanto se aproxima la vista el Mar Negro hacia una de las salidas en el Norte y hacia otra de las salidas el puerto natural del Cuerno de Oro bulle de actividad comercial. El puente construido en la década de los 70 del siglo pasado une las orillas europea y asiática, comunicando cómodamente a los dos continentes.

Tantos lugares interesantes hay para visitar en Estambul como compleja es su diversidad histórica y cultural. Llamada Bizancio originalmente, en memoria de su fundador el navegante griego Byzas, que se asentó en el año 687 a.C. en la costa del Bósforo, fue dominada por los helenos y los macedonios hasta que fue ocupada por los romanos. En el año 330 d.C. Constantino El Grande estableció en ella la sede del poder romano de Oriente, pasando a ser a partir de entonces Constantinopla. Con la conquista por los turcos en el año 453, a la cabeza de Mehmet II, se convirtió en la capital del imperio otomano, tomando  el nombre de Estambul.

De la ocupación romana, la Catedral del Santa Sofía dedicada a la sagrada sabiduría (Aghia Sophia), fue construida por Constantino para destacar la grandeza dl Cristianismo. Posteriormente, tras la conquista turca, fue ocupada por los otomanos, quienes la convirtieron en una mezquita. Es así como en este templo se aprecian las dos culturas y es posible rendir culto a las dos religiones: la cristiana ortodoxa y la islámica. Los mosaicos bizantinos son característicos de este templo, con sus brillantes colores en los que predomina el dorado.

De la dominación otomana, la Mezquita Azul luce magníficamente decorada con mármoles, ónix y alabastro. Del año 1500 data la construcción de la mezquita de Soleyman El Magnífico. El Palacio Topkaki, desde el año 1453 fue residencia oficial de los sultanes otomanos, hasta que fue convertido en un importante museo con hermosísimas obras de arte y objetos decorativos que dejan ver el esplendor del lujo que rodeaba a los sultanes. Otros palacios, mezquitas y residencias oficiales hacen de Estambul una ciudad cautivadora, con los mayores atractivos turísticos de toda Turquía. De hecho, en este viaje nos aproximamos sólo a conocer esta antigua capital, resultando cortos los cuatro días que pasamos allí para ver tantos lugares interesantes.

El misterio de una religión que nos es ajena a quienes profesamos la doctrina católica se avivó al entrar en la mezquitas que visitamos, en las que la devoción d los fieles se manifestaba profundamente en cada uno de las almas que elevaban sus oraciones al Creador, llámese éste Alá, Dios o Yahvé. Al entrar a esos recintos sagrados, hay que dar afuera los zapatos y mantener el silencio. De gran hermosura las pequeñas y numerosas lámparas de colores que penden de los techos y las alfombras tejidas a mano tendidas en los pisos, ambos artículos decorativos propios del arte oriental.

El pasado reciente está también vivo en Estambul en la memoria de Kemal Mustafá Ataturk  – 1881-1938 – representado en estatuas y retratos y particularmente enaltecido por los turcos contemporáneos que los nombran con orgullo por haber sido el fundador y primer presidente de la República de Turquía, haciendo de éste país un moderno estado de tipo europeo. Ataturk vivió sus últimos años en el Palacio Topkaki, en el que las guías que nos lo mostraron nos hablaron de él con gran admiración. Entre otras reformas sociales, políticas y religiosas, modificó la Constitución, estableciendo la separación entre el Islam y el Estado, sustituyendo a la ley Coránica por el Código Civil y el penal. Prohibió la poligamia, abolió el califato, le dio el voto a las mujeres, en la vestimenta masculina cambió el fez por el sombrero, adoptó el calendario y el sistema métrico europeo, así como el alfabeto latino.

En 1923, bajo la presidencia de Ataturk cuando se fundó la república turca, la capital se trasladó para Ankara, quedando Estambul como la ciudad más populosa y más visitada de toda Turquía, en la que confluyen dos mundos, dos historias, dos culturas con sendas formas de ver la vida, con sus costumbres, maneras y tradiciones enlazando al Occidente y al Oriente en el abrazo fraternal de una sola nacionalidad.

Estambul, abril de 2001.

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