No esperábamos los venezolanos que sufragamos por el SI, después de permanecer largas horas en las colas ante los centros de votación, que el CNE iba a dar un madrugonazo con un fraude tan descarado como los anteriores que ha cometido, pero tan certero en el propósito de que el presidente Chávez no saliera revocado. La trampa nos agarró desprevenidos, cuando apenas acabábamos de conciliar el sueño tras la fatigosa jornada cívica, los 3 rectores del oficialismo perpetraron la farsa con la que amargamente despertamos al amanecer. La Coordinadora Democrática pecó una vez más de ingenua, no se supo imponer, o al menos no denunció al instante el secuestro de los votos, con la exclusión de toda la oposición, incluso de Ezequiel Zamora y Sobella Mejías.
Luego en horas de la tarde vimos en pantalla a los máximos representantes de los organismos internacionales, Carter y Gaviria, avalar sin ningún tipo de objeción los resultados de tamaña maniobra electoral, lo que nos revela que ellos muy fácilmente se dejaron envolver en todo este amañado asunto, del que se presumen pactos hechos con anticipación, que ya le tocará a los más agudos analistas políticos desentreñar. Es evidente que perdimos el tiempo en esa Mesa de Negociaciones, por lo que tenemos que convencernos de la urgencia de comenzar a resolver nuestros problemas por nosotros mismos.
Necesitamos un líder que motorice la lucha opositora, un hombre en quien confiar, con don de mando y un gran deseo de servir al país. Porque la gente no confía ya en los actuales representantes de la Coordinadora Democrática, sin negarle a algunos de ellos el gran esfuerzo que están haciendo por rescatar la democracia, pero la gente pide a alguien nuevo, que no tenga nada que ver con el pasado. Hoy, más que nunca, todos los que votamos por el SI nos encontramos desconcertados y quisiéramos encontrar un dirigente que nos diga qué debemos hacer para incorporarnos a esa gran gesta del rescate de nuestra patria y de la recuperación de la legitimidad presidencial.
No negamos la entrega que han hecho por esta causa muchos de ellos, así como los militares de la Plaza Altamira, como el General Carlos Alfonso Martínez a quién el régimen le confiscó la libertad, pero eso no basta, porque la verdadera fuerza de la oposición está en los ciudadanos que de una manera ejemplar acuden a las marchas, salen a la calle a manifestar con banderas y cacerolas y han acudido a los centros de votación cada vez que les han requerido sus firmas, con una voluntad inquebrantable por tener un mejor país. Pero aún así estamos como a la deriva. En Carabobo, específicamente, no se ha sentido la fuerza del liderazgo, como no sea más que por intereses electoreros adelantados en el tiempo, pero nuestros alcaldes y gobernador no se han batido como sí lo han hecho Enrique Mendoza en el estado Miranda, Leopoldo López en Chacao, Henrique Capriles Radonsky en Baruta, o Manuel Rosales en el Zulia.
En estos momentos de frustración colectiva quisiéramos poder seguir a alguien que sea lo suficientemente austero para que no se deje corromper, que sea lo suficientemente inteligente para que sepa marcar el rumbo que debemos seguir, qué es lo que tenemos que hacer para que Chávez y su camarilla no se perpetúen en el poder. Porque no se trata del cambio de un presidente por otro, sino de una ideología contraria a nuestros principios y valores y de hacer que se vayan unos personajes que le mienten descaradamente a la población, que han confiscado todos los poderes y ejercen un control absoluto sobre todo el aparataje gubernamental. Tal como lo acaba de hacer el CNE controlado por el oficialismo, los chavistas se burlan descaradamente de la oposición, llamándola golpista y terrorista, cuando sabemos que los violentos son ellos, así como violentan el orden constitucional al margen de la legalidad.
Podría ser un líder del interior de la República, o de la Capital, con carisma, con fuerza, con poder de convicción y con preparación intelectual, profesional y política, que conozca la realidad del país y quiera sacarlo adelante. Un líder que promoviendo la concordia en lugar de la desunión, tenga suficiente carácter para combatir a quienes atizan la violencia y a quienes se empeñan en seguir aferrados a cargos que no se merecen, o a quienes se les venció el tiempo y no quieren ceder sus puestos por los privilegios que disfrutan. Un líder que no sea demagogo ni populista, sino más bien alguien por el que sintamos respeto por su fuerza moral, alguien que le haga sentir al país que sí hay salida. Un líder, al fin, que nos sacuda de esta depresión en que estamos sumidos, cansados ya de tanto bla, bla, bla.
El Carabobeño, 26-08-2004
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