Devolverle al pueblo venezolano la confianza en unas elecciones transparentes es un reto que tienen ante sí los partidos políticos y la sociedad civil organizada en torno a la búsqueda de la unidad para lograr un bloque opositor capaz de generar una reacción en el electorado que lo motive a ir a votar en las próximas elecciones presidenciales de diciembre. Esa motivación tiene que partir de la base de que no le van a trampear el voto y de que la dirigencia opositora le brinde credibilidad.
Dos factores fundamentales que tienen que estar en concordancia para recuperar la democracia: confianza y credibilidad. Para ello es imprescindible la presión que hay que ejercer sobre el CNE para cambiar la directiva por una que represente la pluralidad, lograr la depuración del REP y el conteo manual. Como también es básico que aparezca en el escenario político un candidato que despierte emociones en el electorado, que hable claro, con un mensaje que le llegue al pueblo y que él mismo se mueva en torno a su candidatura, apoyado por supuesto por las fuerzas políticas que lo van a respaldar.
Este es un país presidencialista, por lo que la gente quiere desde ya ver a los posibles candidatos, para ir descartando a quienes no les parecen confiables, de manera que el perfil del líder que va a batirse en las próximas elecciones se vaya definiendo con fuerza propia. En cualquier organización debe existir la cabeza que la dirija, el principal responsable. Es tonto pretender que primero van a cambiarse las reglas en el CNE antes de entrar en el juego electoral. Un candidato convencido de su triunfo va a proponer eso mismo en su campaña y ello será la punta de lanza de su candidatura. La gente lo va a respaldar, toda esa masa de millones de venezolanos que se abstuvieron de ir a votar el 4-D por la ilegitimidad del CNE.
Hay que evitar la tercera reelección presidencial, puesto que el destino de Venezuela es incierto de seguir por la senda del autócrata vociferante que nos está empujando por el callejón ideológico del dictador Castro, sin que muestre el más mínimo temor por las represalias de parte de la potencia norteamericana, contra la que arremete verbalmente cada vez que abre la boca, incitando a la guerra por medio de una provocación irresponsable, o en el menor de los casos, a una ruptura de relaciones comerciales que en nada nos beneficiarían. Ese antiimperialismo virulento lo lleva a alinearse con Irán, con Corea del Norte y con Cuba, sin tomar en cuenta la voluntad del pueblo venezolano de relacionarse pacíficamente con países democráticos y prósperos que nos brinden beneficios comerciales e intercambios culturales favorables.
Recuperar la democracia exige sacrificios que tenemos que estar dispuestos a hacer si queremos que el país retome el rumbo de la alternabilidad de los partidos políticos con la escogencia de personalidades capaces de representar a Venezuela nacional e internacionalmente. Hay que analizar las causas de la derrota, buscar los consensos, aglutinar voluntades, encontrarse con el pueblo. La escogencia del candidato único estará determinada por su poder de convocatoria. Un candidato con el perfil del gerente que debe tener quien aspire a dirigir con éxito a un conglomerado humano.
Un líder que avive el sentimiento patrio, como lo fueron en su momento histórico Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera y el propio Chávez, desgastados posteriormente esos dirigentes en el ejercicio del poder que de manera natural debe alternarse para que no se corrompa, como generalmente ocurre cuando los mandatos se prolongan por tiempo indefinido. Buscar la unidad para salirle al paso a la pretensión del presidente Chávez de gobernar hasta el 203l, porque con esa conducta muestra un deseo injustificado de permanencia antidemocrática y egocentrista que creíamos haber superado.
El Carabobeño, 15-02-2006
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