13 diciembre 2004

Una derrota anunciada



Pese a que el CNE insistió tanto en decirle a los venezolanos que era un árbitro imparcial, transparente y confiable días antes de las elecciones del 3l de Octubre, la mayoría opositora nunca se lo creyó.  Era poco menos que una burla continuar con esa cantinela en un ambiente electoral sometido a muchas incertidumbres después del  fallido RR del pasado l5 de Agosto.  La opinión general era que el fraude estaba montado, alertándolo a la opinión pública la propia rectora principal Sobella Mejías, la organización civil Súmate, el abogado Tulio Álvarez y su equipo y varios relevantes políticos de la oposición, entre ellos Oswaldo Álvarez Paz, Alfredo Peña y Hermán Escarrá, advirtiendo que  no se debería convalidar  la ilegitimidad del CNE participando en unos comicios viciados.  Se llegó incluso a interponer un recurso de amparo ante el TSJ para diferir las elecciones, de cuya decisión dependió hasta última hora la realización de las votaciones.

Haciendo caso omiso de esas señales, los gobernadores, alcaldes y legisladores regionales aspirantes a la reelección en sus estados y municipios y los nuevos candidatos a posesionarse en esos cargos, decidieron ir a la consulta, en tanto el oficialismo recalcaba la prédica de la transparencia del CNE con la urgencia de que había que ir a votar. De tal modo que se impuso un mensaje cruzado que provocó un alto índice de abstención y una derrota para la oposición, fracturada y confusa con una dirigencia inconexa.

Lo que Enrique Mendoza en el estado Miranda, Eduardo Lapi en Yaracuy, Henrique Fernando Salas Feo en Carabobo,  entre otros, pensaron que no les podía suceder, pasó a ser un hecho anticipado, sólo que ellos no quisieron escuchar la voz de alarma.  Desestimaron la voz del presidente Chávez cada vez que en abierta campaña electoral, recorriendo los estados más vulnerables, los amenazaba con que los iba a sacar por la fuerza militar si no acataban los resultados del CNE,  que él,  aparentemente,  ya conocía.  Efectivamente, esa fuerza militar se desplegó hasta varios días después de los comicios, como para que no quedara ninguna duda de que el presidente estaba dispuesto a cumplir su palabra.  Barricadas de guardias nacionales, con sus fusiles al hombro, estuvieron resguardando los centros  electorales mientras los gobernadores y alcaldes discutían sus diferencias.  No acatar los resultados hubiera significado arriesgar a la población a una lucha sangrienta y eso nunca estuvo en la mente de los actores en desacuerdo.  El pase de factura de los electores descontentos con la dirigencia que condujo al fracaso del RR también jugó en su contra.

En cuanto a Carabobo se refiere, Valencia ganó con el triunfo contundente del alcalde Paco Cabrera y su victoria nos da una gran seguridad de que va a continuar gobernando con sentido de grandeza. El triunfo de Julio Castillo, en Naguanagua, es también gratificante, por la cercanía de ese municipio con esta capital de estado.  En lo que se refiere a Henrique Fernando Salas Feo, no dudamos de su afirmación de que le sustrajeron miles de votos para asignárselos a partidos desconocidos y una de las pruebas más contundentes es que los diputados de su partido Prove ganaron todos los circuitos  electorales del estado Carabobo.  Le tocará ahora a él hacer una oposición constructiva y prepararse para futuras contiendas,  buscar apoyo popular y el de otras fuerzas políticas, dejando a un lado esa actitud excluyente que tanto lo perjudicó.  A quienes les duele su derrota y no salieron a votar, debe pesarles mucho tanta apatía, ahora cuando ya es tarde.

Viéndolo objetivamente, no nos gustan las ilegalidades, mucho menos cuando son promovidas desde las posiciones de mando, ni tampoco las manipulaciones, menos todavía los tonos arbitrarios ni autoritarios cuando se valen de la fuerza militar para apoyarlos.  Puesto que las elecciones son un acto cívico, lo deseable sería que permanecieran en ese plano a la hora de que el pueblo tenga que expresar su voluntad y no debería haber tantos recelos como los que han ocurrido en los últimos comicios, que han dejado serias dudas sobre la veracidad de los resultados.

Somos de convicción democrática y pensamos que las palabras y la búsqueda de la verdad y de la justicia social son mejores que las armas para sostener cualquier proyecto político, por más que ése se autoproclame revolucionario. Ojalá que el gobierno chavista se enrumbe por buen camino, puesto que lo deseable es ir hacia adelante, nunca hacia atrás.

El Carabobeño, 13-12-04

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