La protesta pública como expresión social de descontento es la forma que tiene la sociedad civil organizada en gremios, sindicatos, asociaciones y vecinos unidos para resistir el incumplimiento del gobierno en cuanto a satisfacer las necesidades más apremiantes de las comunidades desasistidas de la acción oficial en materias tan prioritarias como la vivienda, la salud y la inseguridad, o para solicitar la retribución de las reivindicaciones salariales de los trabajadores.
Aumentan las manifestaciones de calle en la medida en que el gobierno decrece en popularidad, porque el pueblo siente que sus aspiraciones no son satisfechas. Quienes aspiraban a que se les entregara una “vivienda digna” se quejan de lo mal acabado de los pisos y paredes y de la deficiencia de los servicios públicos. Barrios populosos reclaman la dotación de agua o de electricidad, canchas deportivas para los muchachos y protección policial. No son fotomontajes las imágenes que a diario publican los medios mostrando a hombres y mujeres exigiendo respuestas de parte de las autoridades, pueblo que marcha hasta la Asamblea Nacional para presionar a los diputados y que está dispuesto a recurrir al presidente Chávez con tal de ser oído.
El descontento social está a la vista de todos. No han mejorado las condiciones de vida de la población en general. En todo el territorio nacional hay mucha gente que sigue habitando en ranchos, mientras continúan las amenazas de invadir fincas, edificios y terrenos desocupados. Frente a las bodegas de Mercal los clientes denuncian que camiones cargados de los productos de la cesta alimenticia son desviados para mercados ajenos al programa de abaratar los costos de la comida. Apostados a las puertas de los módulos de Barrio Adentro, los pacientes constatan que no han sido equipados y carecen de medicinas.
Las personas mayores reclaman la justa pensión de vejez traspapelada en los trámites burocráticos de la Ley de Seguridad Social. La protesta reciente por parte de los trabajadores de Cadafe es por el incumplimiento en el pago de los beneficios contractuales y por el deterioro de las instalaciones en las redes y torres de transmisión eléctrica que afectan el suministro de energía en todo el país. Unos 500 trabajadores de la Planta Termoeléctrica del Centro, en Morón, suspendieron la jornada laboral para salir al frente a manifestar. En Valencia, un grupo de trabajadores de Eleoccidente hizo otro tanto, anunciando paros escalonados de no ser escuchados por la representación patronal.
Las protestas públicas son una forma de oposición que no tiene que ver los partidos políticos, ni obedece a directrices partidistas cuando se acumulan los reclamos por la desatención oficial en asuntos de vital importancia. Son más bien la expresión cabal de la democracia participativa que coloca al pueblo en el ejercicio de sus derechos, así como se le pide el cumplimiento de sus deberes.
Es signo de madurez cívica denunciar las desviaciones del sistema. El reclamo, cuando un número considerable de personas conjugadas en una causa común sienten que no se les presta atención a sus peticiones, es perfectamente válido en el sistema democrático. Lo contrario es la apatía, tan perjudicial como el miedo a manifestar por el temor del castigo. La imposición del silencio por parte de las autoridades es expresión de autoritarismo.
Ante los terribles secuestros y asesinatos del empresario aragüeño Filippo Sindoni y de los hermanos Faddoul y su chofer Miguel Rivas, seguido de los disparos que le causaron la muerte al reportero gráfico Jorge Aguirre en el momento de cubrir la información relacionada con el caso, miles de ciudadanos consternados en todo el país salieron a la calle para demostrar públicamente su dolor y pedir que cesen la violencia y la impunidad. Pedimos un NO rotundo al discurso del odio, al arrebato de la propiedad privada, a la división social, a la exclusión política y a la negación de toda virtud ciudadana.
Las protestas públicas son el clamor popular que pide respuestas a las solicitudes de orden, paz y progreso. Las movilizaciones de calle son signo de vitalidad social y es normal que ellas activen el mecanismo de la alternabilidad democrática indispensable en un sistema de esta naturaleza.
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