25 septiembre 2017

Perder el tiempo



El término perder el tiempo se emplea cuando se dejan pasar las horas sin hacer nada, vacías, con poco provecho para alguna utilidad personal, bien sea de trabajo, estudio, diversión, arreglar la casa, la oficina, el taller, tomando en cuenta que el tiempo es la parte del día, de la tarde o de la noche disponible para una determinada acción y que el tiempo no se detiene, avanza ininterrumpidamente, por lo que hay que tratar de hacer buen uso de él. Es un recurso a nuestra disposición que debemos saber valorar y de ahí la frase muy conocida: “El tiempo es oro”.

Perder el tiempo es lo que le está ocurriendo a la sociedad venezolana, acentuado en la medida en que pasan los meses, bajo el sistema socialista impuesto en los últimos 15 años, depredador de la riqueza del suelo y de la productividad de los agentes económicos, causando una escasez y desabastecimiento de los bienes esenciales, sin precedentes en la historia democrática del país. En las tediosas colas frente a los mercados, que a diario tienen que hacer los consumidores para poder comprar los rubros de la canasta básica para la alimentación, la salud, el aseo, los repuestos para el transporte y el trabajo en general, se sufre la pérdida del tiempo de una manera desmedida, restándole importancia al hecho de tener que permanecer varias horas de pie para poder abastecerse de los artículos más elementales, como la leche, el azúcar, la harina de maíz, los detergentes o el jabón de tocador.

Ese sí es un tiempo perdido, que no se puede aprovechar para hacer algo útil o productivo. Como lo es también tener que ir de mercado a mercado, recorriendo parte de la ciudad para comprar unos artículos en uno, otros más allá y unos más en otro lugar, porque no todos tienen la mercancía requerida. Las colas son una excusa para llegar tarde al trabajo, o para no llevar los niños al colegio. Son una vergüenza pública y una falta de respeto a la ciudadanía. Se prestan a que las personas peleen unas con otras por defender el puesto o por acaparar la mercancía. Más intimidantes aún son las colas vigiladas por la Guardia Nacional, o en las que sellan los brazos de los consumidores para controlar los artículos que compran. Desesperantes cuando, luego de estar de pie varias horas, al llegar para solicitar los productos que fueron publicitados, les informan que ya no hay más.

Las colas son una pérdida de tiempo, una forma de mantener angustiada a la población, expectante para ver si llega la mercancía. La sufren especialmente las amas de casa que tienen que atender los hogares y preparar la comida de los niños. Son comunismo puro, como en la antigua Unión Soviética, en donde había que hacer largas colas para comprar los alimentos, porque la economía estaba controlada por el Estado y no había libertad de comercio, ni productividad empresarial. Tal sucedió en la China comunista bajo el régimen de Mao Tsé-tung, o en la Cuba fidelista, arruinada hasta el extremo de tener que abrirse en pleno siglo XXI al capitalismo norteamericano para poder sobrevivir.

En los países en donde hay libertad económica, capitalistas si se quiere, o socialistas de libre mercado, con un criterio de productividad, por el contrario, hay abundancia de bienes de consumo, ofertas de precios y de mercancías, variedad de artículos en los anaqueles de los supermercados, para que los consumidores escojan según sus preferencias. Tal fue nuestro país, Venezuela, en toda su etapa democrática.

22 septiembre 2017

Sin papel no hay prensa libre



Los directores de importantes diarios venezolanos reunidos en Barbados a comienzos de Abril, en la reunión semestral de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), denunciaron una vez más la situación del periodismo en Venezuela por el control cambiario que restringe las divisas para importar papel periódico , imponiéndole a los dueños de los medios impresos privados un cerco económico que los ha obligado a bajar la circulación y a reducir el número de páginas, bajo el temor de tener que cerrar si la situación se prolonga unos meses más. Con mayor facilidad fluyen los dólares para favorecer a los medios controlados por el Estado, lo que reafirma la hegemonía comunicacional como política de estado que se pretende imponer.

Es una forma de censura a la que se añaden las agresiones a los periodistas, fotógrafos y camarógrafos para que no reporten las manifestaciones de los estudiantes y de la sociedad civil organizada, cuando los cuerpos de seguridad militarizados y los colectivos armados los reprimen violentamente, por el hecho de exigir los derechos de la sociedad democrática y un cambio en las políticas públicas. Otra forma de presión son las multas por publicar informaciones incómodas al gobierno, lo que restringe abiertamente la libertad de información, sostuvieron los directores de los medios en la reunión que los representa.

Como reducto informativo queda la prensa libre, trinchera del pensamiento volcado en las páginas de los periódicos, por lo que es un obstáculo que hay que derribar, una vez que los medios audiovisuales ya fueron sometidos al control estatal, obligándolos a transmitir los programas aprobados exclusivamente por la dirección centralizada, aplicando una hegemonía comunicacional. Como muestra artísticamente la página A-12 del diario “El Carabobeño”, en la sección Publicidad, rubricado por @Soymaite, “El Papel de Nuestra Historia en Peligro de Extinción” “¿Te imaginas una sociedad sin información”, “¿Dónde plasmaremos nuestras ideas?”, “¿Quién publicará nuestras denuncias?”.

Los regímenes de fuerza, a medida que van apretando los resortes de la censura, imponen una sola voz, por lo que disentir u objetar está vedado. Para mantener una apariencia democrática, como pretende hacer ver, el gobierno no prohíbe abiertamente la libertad de información, pero cerca económicamente a los dueños de la prensa privada, restringiéndoles las divisas para que dejen de circular. Es este un motivo más para continuar la protesta en las calles.

21 septiembre 2017

Viejos y nuevos cines de Valencia



Acertado el comentario del pasado Domingo 1ro. de Julio en la columna “Hoy y Después en Valencia”, del periodista Alfredo Fermín, referente a  la situación de las salas cinematográficas de Valencia que tuvieron que  cerrar  sus puertas por falta de público, nombrando algunas de las más conocidas, como fueron  el Cine Imperio y el Centro, al que siguieron el Alfa en el C. C. Avenida Bolívar y últimamente las dos salas    H S  en El Recreo.  Ya en años más remotos se clausuró el Cine Tropical  y hoy es  una  de las  ruinas  que afean el casco  urbano, de la que sólo quedó un lote de terreno  convertido en estacionamiento.

Cuando Valencia era todavía una ciudad provinciana, los jóvenes se reunían en el cine El Viñedo, al lado de la Iglesia, que fue muy popular a  mediados del siglo pasado y por lo tanto registraba un lleno total.  En años anteriores fueron muy concurridos también los vermouth del cine Imperio, a los que  se asistía bien trajeado porque los frecuentaba la sociedad valenciana.  En la calle  Montes de Oca de la parroquia San José el cineasta Daniel Labarca comenzó a presentar el cine arte que con tan buen acierto continúa en Patio Trigal, auspiciado por la Universidad de Carabobo, pese a la apatía del público que no valora el esfuerzo por mantener en cartelera una buena programación.

Los tiempos cambian  y  la moda hace variar las costumbres.  La gente ahora va a los grandes mall  al estilo americano, en los que se imponen los gustos por la novedad, con muchas tiendas y espacios para caminar,  puntos de comida rápida, numerosas salas de cine, diversión para chicos y grandes,  seguridad interna y estacionamiento.  Valencia  ha tenido un alto índice de  construcción  y de modernismo que está a la vista en los avanzados diseños de los edificios y centros comerciales que se levantan en una y otra dirección, dejando atrás a la ciudad vieja y  arrastrando el pasado cargado de nostalgia para quienes lo vivieron  en lugares que hoy están derruidos o que son algo diferente de lo que fueron.



Sin contar con los que están por terminar de construirse en las urbanizaciones, los nuevos centros comerciales se han establecido hacia la periferia para disponer de más terreno. Primero fue La Granja en el recién creado municipio de Naguanagua, luego el San Diego también en el nuevo municipio, después el Sambil  y  por último el Metrópolis,  estos últimos ubicados a un lado de la autopista,  lo que ha causado el desplazamiento del público hacia esos lugares  alejados  del  centro, sin que por ello haya mermado  el que se pasea por los del interior de la ciudad, como el Shopping Center, el Camoruco, La Viña, Prebo o Patio Trigal.

Predomina en la forma de vida actual un patrón uniforme impuesto por el coloso del Norte, cuya influencia es tan notoria en nuestra sociedad.  Las películas de Hollywood refuerzan ese modelo superficial que se sustenta en efectos especiales y situaciones absurdas, unas por ligeras y otras por irreales, con gran estrépito de escenas realizadas para impresionar a un público mediatizado  por el exceso de imágenes y ruidos que salen de las nuevas técnicas de producción audiovisual. Es un cine que llama más a los sentidos que a las emociones y su nivel cultural  es más bien pobre. A esas películas la gente acude en grupo, como el que sale a pasear  acompañado para pasar el rato y no tanto para ver un buen film, sin detenerse mucho a ver el reparto ni importarle gran cosa quien es el director o el productor, tanto es así que cuando éstos aparecen al  final de la película, gran parte del público  se levanta de sus asientos y se va sin verlo.

Unido a la inseguridad y a las tensiones de la vida actual, como el cansancio por el trabajo de un día agitado,  o la escasez de dinero, la gente se priva de ir al cine y prefiere quedarse al frente del televisor, aunque  la pantalla y el audio sean  muy inferiores. El monopolio que tan acertadamente  acusa Fermín de los Cines Unidos en los  nuevos centros comerciales mencionados es demasiado fuerte para un público relativamente reducido por las causas que ya hemos  enumerado, lo que afecta negativamente a  los verdaderos cinéfilos, más interesados en la cinematografía universal que en la de Hollywood con tantas películas triviales. Por otra parte, lo alejado de esas nuevas salas de cine  va a dificultar el transporte de quienes tienen problemas para trasladarse a sitios más apartados,  por lo que es de desear que las salas de cine de La Viña, Guaparo y sobre  todo Patio Trigal  puedan continuar abiertas, ofreciendo películas de buena producción internacional.

Con sobrada razón, al cine se le denomina el séptimo arte  y constituye desde su aparición en el siglo pasado hasta el presente una de las diversiones más concurridas por grandes y chicos,  además de ser relativamente barato y según  las películas, se adapta a diferentes gustos. Se proyecta como un arte auténtico que permite darle movimiento a las imágenes realzando las posibilidades del teatro y  la novela. Todas las épocas han tenido sus actores y actrices favoritos, así como algunos filmes han quedado en el recuerdo de muchos.  Hollywood ha sido para nosotros la meca del cine, aunque reconozcamos  el poco valor artístico de gran parte de su producción.  Sería lastimoso que  las  pocas  salas  que quedan todavía funcionado dentro de la ciudad vayan a cerrar por falta de público, puesto que perderíamos la oportunidad de ver las buenas películas  que hacen en otros lugares del mundo.

08 septiembre 2017

El itinerante 65 Salón Bienal Arturo Michelena



La apertura del 65 Salón Bienal Arturo Michelena en 4 espacios de la ciudad, abiertos simultáneamente para exhibir las obras seleccionadas de la confrontación de las artes visuales de mayor trayectoria en Venezuela, es un acontecimiento singular, revelador de la cohesión de fortalezas ateneístas arraigadas en 75 años de acción fecunda.   Por segunda vez se presenta itinerante, en el año 2008 y en el actual,  debido a la intervención de su sede natural, obligando a la junta directiva a permanecer en “el exilio”,  contando afortunadamente con el apoyo de la institucionalidad carabobeña.

El Salón Arturo Michelena es el evento por excelencia del Ateneo de Valencia, creado en el año l943 por Decreto del Gobierno de Carabobo, siendo gobernador el Dr. Tomás Pacanins.  Desde esa fecha hasta el presente, mantiene su vigencia, con una continuidad sin precedentes en la historia de los salones de arte en el país.

Hasta el año 2004 se realizó anualmente, con una convocatoria de público y de artistas plásticos reveladora de la tradición cultural de la ciudad natal del pintor epónimo Arturo Michelena, hasta el año 2006 en que pasó a ser Bienal, con igual receptividad por parte del mundo artístico regional y nacional.

No ha sido obstáculo para su presentación la toma ilegítima del Ateneo, en un período histórico oscuro cuya sombra mantiene secuestrada la sede que con tanto empeño lograron hacer crecer sus sucesivas juntas directivas, desde aquel pequeño local en la calle Páez, donde nació la asociación civil Ateneo de Valencia en el año l936, hasta el moderno edificio en la Avenida Bolívar, con rampas de acceso a nuevas salas de exposición, mejoras arquitectónicas y una nueva edificación anexa en la calle Urdaneta, centro artístico de primera categoría.

Con una voluntad digna de las mejores causas, el espíritu ateneísta, lejos de decaer, se eleva por encima de las nefastas políticas actuales, entorpecedoras del progreso nacional, y es así como la junta directiva  presidida por el ex – rector de la Universidad de Carabobo, Prof. Elis Mercado e integrada por Fabián Díaz Carabaño, Guillermo Manosalva,  Rafael Torres, Lunes Rodríguez, Pedro Douaihi, Hilda Fe Medina y Nilda Pulido se propusieron llevar adelante el Salón contra viento y marea, contando con el respaldo irrestricto del Gobernador Henrique Fernando Salas Römer,  a través de la Secretaría de Cultura y de mi persona junto con el equipo que me acompaña, del Alcalde de Naguanagua Alejandro Feo La Cruz, de la rectora de la UC Prof. Jessy Divo de Romero, de las cámaras de industria y comercio y de otras personalidades carabobeñas, que en el día de la inauguración, 3l de Octubre del presente, recorrieron las 4 salas abiertas al público con el entusiasmo característico de quienes saben que el Michelena es un acontecimiento artístico de calidad, con una vigencia inalterable en el tiempo.

Las obras seleccionadas por el Jurado de Admisión se catalogan en las tendencias contemporáneas, alejadas de lo académico para ubicarse más bien en la gestualidad de los trazos,  los videos, las fotografías,  las instalaciones, el  el arte  pop,  el conceptual  y el minimalismo, dejando a muchos desconcertados al ver paisajes y personajes alejados de la realidad y no siempre  agradables a simple vista,  o de ver objetos que no tienen ninguna relación con obras de valor, sino que son más bien artículos de la cotidianidad expuestos para que el  espectador saque sus propias conclusiones. Acertada la decisión del Jurado al  premiar con el “Arturo Michelena” al artista  Pedro Fermín, por su amplia trayectoria en el campo del constructivismo representado en una obra de impecable factura.

Con toda la controversia que se produce alrededor del Salón, con la molestia de los rechazados que siempre hablan de hacer un salón paralelo y del deseo de los participantes de ganarse  los  premios Arturo Michelena y Andrés Pérez Mujica, consagratorios para la carrera artística,   la discusión en torno a la confrontación  la hace ser cada vez  más interesante, abierta a todas las tendencias y siempre  innovadora.

06 septiembre 2017

Los que se van



Irse del país es una opción personal que nadie discute en las actuales circunstancias políticas, sociales y económicas apremiantes para la sociedad en general, sometida a  un régimen militarizado  de partido único, al que  muchos le temen sin vislumbrar una salida a corto plazo.

Desde hace 15 años del chavismo madurismo, devenido en castro comunismo, que pretenden implantar, Venezuela dejó de ser una nación  de oportunidades, abierta a la inmigración de extranjeros en busca de una patria nueva, tal como lo fuera a mediados del siglo pasado, cuando acogimos a tantos ciudadanos provenientes de Europa, de Asia y del Oriente Medio.  Hoy día, la situación ha cambiado, porque los jóvenes egresados de nuestras universidades,  con el título en la mano, no encuentran empleo, debido al cierre de miles de empresas expropiadas o sometidas al cerco del otorgamiento de las divisas, por lo que no pueden traer la materia prima para activar la producción nacional, o restringidas las ventas por los controles de precios, obligándolas a vender en pérdida,  bajo un marco jurídico restrictivo.

Así como muchos emigran por la inseguridad a manos del hampa desatada, sin que el gobierno implemente medidas  que contribuyan a disminuir los índices de violencia.    Son variadas las causas del malestar social: el miedo a perder la libertad, o la propiedad privada, la disminución de la calidad de vida, la dificultad para emprender un nuevo negocio, el desabastecimiento, la inflación, la corrupción,  el mal estado de nuestros hospitales y tantas otras.

Hasta tanto no se produzca un cambio político para recuperar la democracia  y la legalidad perdidas en el laberinto revolucionario, la situación no va a mejorar y continuará el éxodo de venezolanos hacia otras latitudes.  Los que se van son libres de hacerlo.  Con lo que sí no estamos de acuerdo es con aquellos que, desde lejos, critican e instigan a irse a quienes se quedan luchando por el país, asistiendo a las marchas y concentraciones de los estudiantes y la sociedad civil para tener un mejor gobierno, defendiendo la institucionalidad democrática con el riesgo que ello implica bajo este régimen, sin miedo a la represión de los cuerpos militares, convencidos de que esta lucha la va a ganar Venezuela.

No es una hazaña abandonar la nacionalidad cuando la situación se torna conflictiva, como sí es una opción bajo la persecución política, o en un estado de guerra declarada.  En un mudo globalizado, el ir y venir de un país a otro es común en nuestros días, favorable para la expansión de los conocimientos culturales, tecnológicos y científicos.  Las empresas transnacionales solicitan profesionales capacitados para ejercer cargos de importancia.  Dominar otro idioma, hacer un postgrado o una maestría en una universidad extranjera es loable.

Pero es doblemente valeroso, no obstante las dificultades,  vencer el miedo, la apatía o el conformismo,  para continuar luchando por el país,  con un sentido de pertenencia y de arraigo al territorio donde se nació y creció, a la historia,  a la familia y a las instituciones político- sociales que conforman la nacionalidad.  Es una proeza defender los valores democráticos  y en eso están quienes desde sus diversas posiciones están haciendo algo positivo para mejorar la situación, convencidos del cambio favorable que pronto será una realidad.