06 septiembre 2017

Los que se van



Irse del país es una opción personal que nadie discute en las actuales circunstancias políticas, sociales y económicas apremiantes para la sociedad en general, sometida a  un régimen militarizado  de partido único, al que  muchos le temen sin vislumbrar una salida a corto plazo.

Desde hace 15 años del chavismo madurismo, devenido en castro comunismo, que pretenden implantar, Venezuela dejó de ser una nación  de oportunidades, abierta a la inmigración de extranjeros en busca de una patria nueva, tal como lo fuera a mediados del siglo pasado, cuando acogimos a tantos ciudadanos provenientes de Europa, de Asia y del Oriente Medio.  Hoy día, la situación ha cambiado, porque los jóvenes egresados de nuestras universidades,  con el título en la mano, no encuentran empleo, debido al cierre de miles de empresas expropiadas o sometidas al cerco del otorgamiento de las divisas, por lo que no pueden traer la materia prima para activar la producción nacional, o restringidas las ventas por los controles de precios, obligándolas a vender en pérdida,  bajo un marco jurídico restrictivo.

Así como muchos emigran por la inseguridad a manos del hampa desatada, sin que el gobierno implemente medidas  que contribuyan a disminuir los índices de violencia.    Son variadas las causas del malestar social: el miedo a perder la libertad, o la propiedad privada, la disminución de la calidad de vida, la dificultad para emprender un nuevo negocio, el desabastecimiento, la inflación, la corrupción,  el mal estado de nuestros hospitales y tantas otras.

Hasta tanto no se produzca un cambio político para recuperar la democracia  y la legalidad perdidas en el laberinto revolucionario, la situación no va a mejorar y continuará el éxodo de venezolanos hacia otras latitudes.  Los que se van son libres de hacerlo.  Con lo que sí no estamos de acuerdo es con aquellos que, desde lejos, critican e instigan a irse a quienes se quedan luchando por el país, asistiendo a las marchas y concentraciones de los estudiantes y la sociedad civil para tener un mejor gobierno, defendiendo la institucionalidad democrática con el riesgo que ello implica bajo este régimen, sin miedo a la represión de los cuerpos militares, convencidos de que esta lucha la va a ganar Venezuela.

No es una hazaña abandonar la nacionalidad cuando la situación se torna conflictiva, como sí es una opción bajo la persecución política, o en un estado de guerra declarada.  En un mudo globalizado, el ir y venir de un país a otro es común en nuestros días, favorable para la expansión de los conocimientos culturales, tecnológicos y científicos.  Las empresas transnacionales solicitan profesionales capacitados para ejercer cargos de importancia.  Dominar otro idioma, hacer un postgrado o una maestría en una universidad extranjera es loable.

Pero es doblemente valeroso, no obstante las dificultades,  vencer el miedo, la apatía o el conformismo,  para continuar luchando por el país,  con un sentido de pertenencia y de arraigo al territorio donde se nació y creció, a la historia,  a la familia y a las instituciones político- sociales que conforman la nacionalidad.  Es una proeza defender los valores democráticos  y en eso están quienes desde sus diversas posiciones están haciendo algo positivo para mejorar la situación, convencidos del cambio favorable que pronto será una realidad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario