Acertado el comentario del pasado Domingo 1ro. de Julio en la columna “Hoy y Después en Valencia”, del periodista Alfredo Fermín, referente a la situación de las salas cinematográficas de Valencia que tuvieron que cerrar sus puertas por falta de público, nombrando algunas de las más conocidas, como fueron el Cine Imperio y el Centro, al que siguieron el Alfa en el C. C. Avenida Bolívar y últimamente las dos salas H S en El Recreo. Ya en años más remotos se clausuró el Cine Tropical y hoy es una de las ruinas que afean el casco urbano, de la que sólo quedó un lote de terreno convertido en estacionamiento.
Cuando Valencia era todavía una ciudad provinciana, los jóvenes se reunían en el cine El Viñedo, al lado de la Iglesia, que fue muy popular a mediados del siglo pasado y por lo tanto registraba un lleno total. En años anteriores fueron muy concurridos también los vermouth del cine Imperio, a los que se asistía bien trajeado porque los frecuentaba la sociedad valenciana. En la calle Montes de Oca de la parroquia San José el cineasta Daniel Labarca comenzó a presentar el cine arte que con tan buen acierto continúa en Patio Trigal, auspiciado por la Universidad de Carabobo, pese a la apatía del público que no valora el esfuerzo por mantener en cartelera una buena programación.
Los tiempos cambian y la moda hace variar las costumbres. La gente ahora va a los grandes mall al estilo americano, en los que se imponen los gustos por la novedad, con muchas tiendas y espacios para caminar, puntos de comida rápida, numerosas salas de cine, diversión para chicos y grandes, seguridad interna y estacionamiento. Valencia ha tenido un alto índice de construcción y de modernismo que está a la vista en los avanzados diseños de los edificios y centros comerciales que se levantan en una y otra dirección, dejando atrás a la ciudad vieja y arrastrando el pasado cargado de nostalgia para quienes lo vivieron en lugares que hoy están derruidos o que son algo diferente de lo que fueron.
Sin contar con los que están por terminar de construirse en las urbanizaciones, los nuevos centros comerciales se han establecido hacia la periferia para disponer de más terreno. Primero fue La Granja en el recién creado municipio de Naguanagua, luego el San Diego también en el nuevo municipio, después el Sambil y por último el Metrópolis, estos últimos ubicados a un lado de la autopista, lo que ha causado el desplazamiento del público hacia esos lugares alejados del centro, sin que por ello haya mermado el que se pasea por los del interior de la ciudad, como el Shopping Center, el Camoruco, La Viña, Prebo o Patio Trigal.
Predomina en la forma de vida actual un patrón uniforme impuesto por el coloso del Norte, cuya influencia es tan notoria en nuestra sociedad. Las películas de Hollywood refuerzan ese modelo superficial que se sustenta en efectos especiales y situaciones absurdas, unas por ligeras y otras por irreales, con gran estrépito de escenas realizadas para impresionar a un público mediatizado por el exceso de imágenes y ruidos que salen de las nuevas técnicas de producción audiovisual. Es un cine que llama más a los sentidos que a las emociones y su nivel cultural es más bien pobre. A esas películas la gente acude en grupo, como el que sale a pasear acompañado para pasar el rato y no tanto para ver un buen film, sin detenerse mucho a ver el reparto ni importarle gran cosa quien es el director o el productor, tanto es así que cuando éstos aparecen al final de la película, gran parte del público se levanta de sus asientos y se va sin verlo.
Unido a la inseguridad y a las tensiones de la vida actual, como el cansancio por el trabajo de un día agitado, o la escasez de dinero, la gente se priva de ir al cine y prefiere quedarse al frente del televisor, aunque la pantalla y el audio sean muy inferiores. El monopolio que tan acertadamente acusa Fermín de los Cines Unidos en los nuevos centros comerciales mencionados es demasiado fuerte para un público relativamente reducido por las causas que ya hemos enumerado, lo que afecta negativamente a los verdaderos cinéfilos, más interesados en la cinematografía universal que en la de Hollywood con tantas películas triviales. Por otra parte, lo alejado de esas nuevas salas de cine va a dificultar el transporte de quienes tienen problemas para trasladarse a sitios más apartados, por lo que es de desear que las salas de cine de La Viña, Guaparo y sobre todo Patio Trigal puedan continuar abiertas, ofreciendo películas de buena producción internacional.
Con sobrada razón, al cine se le denomina el séptimo arte y constituye desde su aparición en el siglo pasado hasta el presente una de las diversiones más concurridas por grandes y chicos, además de ser relativamente barato y según las películas, se adapta a diferentes gustos. Se proyecta como un arte auténtico que permite darle movimiento a las imágenes realzando las posibilidades del teatro y la novela. Todas las épocas han tenido sus actores y actrices favoritos, así como algunos filmes han quedado en el recuerdo de muchos. Hollywood ha sido para nosotros la meca del cine, aunque reconozcamos el poco valor artístico de gran parte de su producción. Sería lastimoso que las pocas salas que quedan todavía funcionado dentro de la ciudad vayan a cerrar por falta de público, puesto que perderíamos la oportunidad de ver las buenas películas que hacen en otros lugares del mundo.
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